Tengo que reconocer que estoy enganchada a un programa de televisión que nunca pensé que me podría encandilar tanto. Estoy enganchada a "cuéntame". Desde el frio Londres, donde las noticias internacionales tienen la proyección de Victoria Beckham de cantante, la única conexión con el mundo real es internet. Navegando un día por la red en busca de algo de actualidad española topé con la página de Radio Televisión Española que además de noticias ofrece todas sus series. Para mí, que en esto de la tecnología tengo menos idea que mi abuela, era toda una revolución. Una conexión con el pasado y el presente de mi paso a través de la red. En fin, divagaciones a parte, vi que estaban disponibles todos los capítulos de cuéntame, todas sus temporadas, y no pude evitar sentir cierta nostalgia al verlo. Cuando vives fuera de tu país, pues ya son cinco años de aventura inglesa los que me tienen alejada, es inevitable que se despierte cierto patriotismo que nunca pensabas que tenias. Es por ello que celebras el mundial con una camiseta de España y te bañas en la fuente de Trafalgar Square en la final del mundial, o introduces el tapeo a todos tus poliglotas amigos, o te entra la nostalgia cada vez que piensas en tu país. Cualquiera que me ha conocido me habrá llamado en un momento u otro "roja" a lo que siempre he dicho "a mucha honra". Por ello el decir que siento cierto patriotismo o nostalgia hacia España puede resultar chocante. Lo que me hizo pensar en cómo se tergiversan las cosas en la vida. Naturalmente decir que estas orgullosa de ser española te cuelga el San Benito de facha, o de derechas, o lo que sea. Cuando el echar de menos a tu país y sus costumbres no es otra cosa que una señal de que en España no se vive tan mal. Quizá esto suene aun más chocante dadas las actuales condiciones en las que el país se encuentra, pero cuando ves lo que sucede en Europa, las cosas no te parecen tan graves. Mas allá de la crisis en la que muchos países se encuentran sumidos, las costumbres, el trato con los demás, las condiciones de trabajo o los pisos en los que se vive en el resto de Europa y en especial en el Reino Unido, hacen que vea a España mucho mejor de lo que la gente se empeña en creer. Los ejemplos son infinitos y después de haber pasado 5 años de duros trabajos en eta pérfida Albión, no puedo sino dejar constancia de ello. Hace poco que he dejado el trabajo, por motivos morales más que otra cosa, y un amigo me pregunto si tenía derecho a finiquito o paga o paro. Bien, la respuesta es no. tan simple como que el último día de curro te dicen adiós y te vas a tu casa. Aquí el paro te da apenas para pagar el transporte semanal y te puede llevar hasta 3 semana conseguir que te lo den, y todo para que cada quince días te manden 60 o 70 libras y ahí te las apañes. Lo peor es que cuando dimites no tienes derecho ni a eso. Lo el finiquito no saben realmente lo que es, te pagan las vacaciones acumuladas hasta la fecha y ya está. Las horas extras no se pagan, no hay prorrateos, no hay pagas extraordinarias, no te pagan las bajas por enfermedad. En fin que al final la mayoría de la gente vive una vida de jornalero. A eso le sumas una media de 40 libras semanales de transporte a la semana que te permitir viajar desde los extrarradios en los que vives hasta el centro donde trabajas; los alquileres imposibles, las cuotas de la universidad pública que ascienden a nueve mil libras al año, las tasas e impuestos que pagamos que llegan a ser de más de 500 libras al mes; y un largo etc. Todo ello recogido en artículos de periódico que, basándose en los últimos estudios, el Reino unido tiene unos de los peores niveles de calidad de vida de Europa. Claro que esto lo suelen solapar con ese orgullo patrio del que todos hacen gala por ser diferentes de los demás, a pesar de que para toda Europa ellos sean los raros. Aun así, cada vez son más los españoles que persiguiendo el sueño de una vida mejor, se montan en un avión y vienen a Londres para hacerse hueco en el mundo. Y que encuentran, pues eso, la misma crisis, los mismos problemas, el mismo racismo y la misma desigualdad, solo que aquí es a la inversa. Viviendo en Madrid, he oído toda la vida a la gente quejarse de los inmigrantes, que quitan el trabajo, que se comen la seguridad social y que solo traen problemas. Viviendo ahora en Londres me reafirmo en decir que la gente no tiene ni idea de lo que dice. Aquí yo soy el inmigrante y soy tratada como tal, y en muchos casos no me dejan que lo olvide. Si me oye hablar en inglés no notarias que soy española, y aun estando acreditada con títulos y carrera sigo siendo una extranjera que no merece los mismo beneficios que los orondos del país. Y no es que sea mi caso particular, es el de muchos compatriotas que las pasan canutas para sobrevivir en la ciudad. Aquí los ingleses, no todos obviamente, se creen muy superiores a los españoles, a lo que consideran gente de toros y peineta. Se comen nuestras tapas, convierten nuestras playas en "raves" cada verano, y explotan a sus habitantes en los trabajos hosteleros. Pero no se nos tiene ningún respeto. Y ahora me veo defendiendo ante gente inglesa y estirada que yo he venido a trabajar, que pago mis impuestos y que tengo los mismos derechos que cualquier otra persona. ¿Os resulta familiar? el eterno debate de la inmigración que siempre es un tema candente en cualquier programa político. Un tema que resulta muy útil para justificar la crisis en el caso de que la oposición quiera meterse con el gobierno, por ejemplo. Pero ahora que me siento tan identificada con los inmigrantes de los que tanto la gente se queja, no puedo dejar de pensar en lo injustas que son las opiniones de aquellos que no saben de lo que hablan. Una vez más poniendo de manifiesto que la ignorancia es letal para el pueblo.
Aquí si no fuera por los "inmigrantes" como yo, el sector servicios dejaría de existir, especialmente el hostelero que sobrevive gracias a todos los extranjeros que trabajan, que hemos trabajado, por menos de seis libras la hora haciendo cafés o poniendo copas y aguantando a capullos que preguntan "de donde viene tu acento" o "España es la capital de Madrid" o si "Barcelona es la capital de España", por cierto esto es verídico.
No se puede generalizar está claro, pero me enciendo cuando veo al BNP (partido nacionalista en Inglaterra) que se queja del daño que hacen los inmigrantes a un país. Y encima ahora que el presidente Cameron baraja la posibilidad de salirse de la unión Europea, hace pensar que es una estrategia para tener más libertad para librarse de aquellos que para el sobramos. En fin que sea por la crisis o no, el caso es que entre impuestos, subidas de precios, malos trabajos y despotismo, nos tienen ahogados. Y ni si quiera podemos regar las penas con copazos como los de España, que encima aquí las copas son de risa y un cubata española equivale a cuatro de aquí. En fin que la situación esta jodida en todas partes, y como decían las abuela "en todas partes cuecen habas". Y sobre todo que en un mundo tan grande con tantos miles de millones de personas poblándolo, no se puede generalizar y que aquellos que tanto parecen perjudicar a un país, quizá le están haciendo un servicio. Solo con un poquito de tolerancia y algo más de información mucha gente abriría un poco los ojos.
En "Cuéntame" luchaban y se manifestaban por vivir en libertad, por un país mejor, por un país libre y sin censuras ni injusticias franquistas para eliminar la represión del régimen, y ahora que tenemos libertad de vivir en comunidad, de aceptarnos, de respetarnos y de que cada uno vive libre de prejuicio y represiones, estamos sometidos a la reprobación publica de aquellas mentes ignorantes que siguen juzgando a los que no son como ellos. Y es que a pesar de estar en un nuevo milenio, a pesar de haber convertido el mundo en una maraña internauta donde la tecnología es un miembro más de la familia y la información es abierta y está al alcance de todos, siguen existiendo aquellos que aun viven en "Cuéntame" y defienden las diferencias sociales o no luchan por erradicarlas. Por ello es necesario que de vez en cuando al menos, nos olvidemos de nuestros pequeños problemas, y salgamos de ese ecosistema en el que vivimos y recordemos que por encima de ideales políticos, color de piel, nacionalidad o gustos, somos seres humanos. Al fin y al cabo, una misma especie. Una especie, humana, que debería defender sus derechos comunes y luchar por una convivencia pacífica en la que no exista color ni bandera, solo humanidad. Y que siempre hay alguien que lo pasa peor, al menos eso debería ayudarnos a valorar lo que tenemos.