
Allí tomaría otro café y haría algunas compras antes de reunirse con su
amiga que trabajaba en el centro comercialjunto a la galería Emmanuelle. De camino al centro, se paró a ver lo escaparates
de las numerosa tiendas que se extendían a lo largo de Corso di Porta Ticinese,
que desembocaba en una de la poca puerta medievales que aún guardaban el centro
histórico de la ciudad.
A pesar de ser temprano para que las tiendas estuvieran abiertas, había mucha animación por las calles y se notaba que era un área popular en la ciudad. La tiendas de ropa parecían ser el resultado entre el estilo elegante típico de Italia y el estilo “geek” tan de moda en Londres. Prendas anchas, con formas poco definidas y mucho accesorios para completar el conjunto creaban un atuendo ciertamente extraño pero que parecía funcionar al ponerse junto.
Quizá sea ese el auténtico talento de los italianos con respecto a la moda. Tenían la habilidad de poner elementos dispares que aparentemente no pueden funcionar y crear una armoniosa combinación que bien podría sacarse de una revista de moda.
A pesar de ser temprano para que las tiendas estuvieran abiertas, había mucha animación por las calles y se notaba que era un área popular en la ciudad. La tiendas de ropa parecían ser el resultado entre el estilo elegante típico de Italia y el estilo “geek” tan de moda en Londres. Prendas anchas, con formas poco definidas y mucho accesorios para completar el conjunto creaban un atuendo ciertamente extraño pero que parecía funcionar al ponerse junto.
Quizá sea ese el auténtico talento de los italianos con respecto a la moda. Tenían la habilidad de poner elementos dispares que aparentemente no pueden funcionar y crear una armoniosa combinación que bien podría sacarse de una revista de moda.
Juliett contempló su propia imagen en el escaparate, con u reflejo fundido
junto a uno de los exquisitos maniquís de la vitrina y pensó que ella jama
podría vestir así. Eso es lo bonito de la moda, la libertad que da a cada persona
para crear su propio estilo. Allí estaba ella, junto a una inerte mujer en un
escaparate que lucía con absoluta naturalidad un vestido negro de punto y un
cinturón ancho en la cadera, combinado con un bolso de piel y un gran sombrero,
muy del estilo de “Sofía Loren bajando de un avión”, de esos en los que no se
ponían pasarela para ir al aeropuerto y los artistas descendían con majestuosidad
por la escalerilla. Y allí junto a una fabulosa combinación de elegancia y
sencillez, estaba Juliett con su abrigo de retales, sus pantalones acampanados
y un jersey morado. Acompañado, eso sí, por un bolso bandolera de colores y
flecos y un pañuelo de flores en el pelo. Ninguna chica olvida sus
complementos. A veces ella misma se reía del aspecto que llevaba, pero le
encantaba ser así. Casi le gustaba sentirse diferente.
Había aprendido a no ser como lo demás,
a no caer en convencionalismos y a ser ella misma. Pues a veces la gente
traiciona a sus propios amigos y se caen de tu vida y hay que tener una
personalidad fuerte para no caer con ellos.
A veces incluso imaginaba como la verían las demás personas en la calle, en
una cafetería… Quizá proyectaba una imagen de bohemia escritora errante que se
perdía entre la gente y las calles en busca de nueva historias con las que
llenar sus páginas. O quizá sólo pensasen que era una hippie desaliñada con
cierta tendencia a la locura.
Quizá era ambas cosas, pero estaba feliz de ser como era y eso es algo que
no todos pueden decir.
“La gente debería construir su personalidad de una forma consciente, trabajar
en aquello que no les guste y crear su propia obra de arte. No siempre se
agrada a todos, pero lo importante es agradarse a uno mismo”.
De vez en cuando escribía estas frases en su cuaderno de notas para no
olvidarse de lo afortunada que se había sentid en el momento que las escribió.
Su cuaderno tenía nombre. “se llamaba cuaderno feliz”. Pues al escribir sus
frases se sentía feliz, cómoda, tranquila… Y de ese modo cuando volvía a leerlas
al final del día o cuando no se sentía bien, recuperaba la ilusión y el
sentimiento que la había invadido al escribirlas.
Sabía que aquella noche al leer esa frase, se acordaría del elegante maniquí,
de su propio aspecto algo atolondrado y que se sentiría reconfortada por estar
a gusto contigo misma.
Ella consideraba esta práctica casi como una terapia en la que sólo se
quedaba con los buenos momentos del día y eso le ayudaba a dormir mejor.
Siguió caminando hacia el centro, sobre todo para no parecer una de esas
personas que copian los modelos de los escaparates para reproducirlos en otro
lugar. Vio algunas tiendas muy interesantes que casualmente salían en su guía.
Parecía que aquella calle era frecuentada por jóvenes diseñadores y artista en
busca de inspiración y nuevas tendencias y las tiendas se esforzaban por
mostrar su cara más “fashion”. Tiendas como “Biffi”, “Bfly” o “Anna Fabiano”
representaban esa magnificencia de la alta costura que se expone de forma “má
asequible” en la tiendas de la calle. Pero también había algunos tesoos
escondidos dignos de mención, y quizá de alguna frase en “el cuaderno feli€z”.
Encontró la tienda “ethic”, con maravillosos modelos étnicos de diseñadores
menos conocidos pero que habían creado un estilo moderno y muy personal. Era el
traje de la mujer bohemia y ecléctica, de la chica que escribe en un parque, de
la mujer que viaja sola, de la persona que está segura de si misma.
“haz que tu ropa refleje tu personalidad y no tu dinero”. Nueva frase feliz
para su pequeño cuaderno de notas. La gente se cubría de marcas y adornos como
se le hace a un árbol de navidad. A veces se decora en exceso y es casi
imposible ver el árbol al finalizar la tarea. Lo importante es que cada persona
mantenga su esencia, sin importar los adornos que lleve encima.
“Lo importante es seguir siendo árbol, aunque estés desnuda”.
La tiendas “delicatesen”, ofreciendo sus mejores productos para los paladares más exquisitos; las tiendas de moda en la que algunos nombres conocidos como “Levi´s” o “Custo Barcelona”, llamaban la atención de los turistas españoles, las numerosas trattorias y osterías típicamente milanesas que a lo largo de los años habían dejado de ser los lugares familiares y sencillos que eran en un principio para convertirse en lugares de moda de alta cocina. Juliett se fijaba en la apariencia de Milan y a la hora de comer había que hacerlo igual. Si el local tenía un aspecto elegante, no sería una auténtica trattoria sino un lugar caro que se había sumado a la moda de llamarse así.
La tiendas “delicatesen”, ofreciendo sus mejores productos para los paladares más exquisitos; las tiendas de moda en la que algunos nombres conocidos como “Levi´s” o “Custo Barcelona”, llamaban la atención de los turistas españoles, las numerosas trattorias y osterías típicamente milanesas que a lo largo de los años habían dejado de ser los lugares familiares y sencillos que eran en un principio para convertirse en lugares de moda de alta cocina. Juliett se fijaba en la apariencia de Milan y a la hora de comer había que hacerlo igual. Si el local tenía un aspecto elegante, no sería una auténtica trattoria sino un lugar caro que se había sumado a la moda de llamarse así.
Y allí en la plaza, la vida seguía su camino hacia el atardecer. El sol
alargaba la sombra de la catedral consiguiendo un efecto de movimiento, como si
el edificio huyese de su propia sombra. Una curiosa analogía con la que
comparar el estado de ánimo de Juliett.
Tenía hambre y le apetecía un café pero no estaba dispuesta a gastar diez
euros en un café como el día anterior. Ahora volvía a ser “perro flauta” y
había que economizar. La respuesta era McDonald´s. Por mucho dinero que costase seguro que era
asequible. Una de las pocas ventajas de la globalización, tener lugares
conocidos en cualquier lugar del mundo. Compró
su café para llevar y uno de los trozos de tiramisú también para llevar.
“que viva Milán”.
Se sentó en la escalinata de la plaza del Duomo y disfrutó de la merienda
rodeada de las persistentes palomas de la plaza y de los turistas que a veces
parecían moverse como polluelos sin cabeza, mirando hacia arriba intentando
orientarse.
La contemplación del lugar también le devolvió un reflejo algo más amargo. Y
por un momento creyó ver a alguien entre la multitud, esa cara de la que estaba
huyendo y que parecía seguirle a todas partes. Pero una ráfaga de viento borro
aquellas facciones y le devolvió a la realidad de aquellos desconocidos. No, no
era él. No estaba allí y no la seguiría a menos que fuese en su
imaginación. Y ese era un circulo muy
peligroso, por ello se esforzaba cada día en olvidar, en olvidarle. Sintió una
punzada de pena en el estomago al tomar el siguiente sorbo de café. Y entonces
lo supo, no importaba lo mucho que le gustase el viaje, o lo mucho que viajara,
o lo mucho que intentase recodar que todo se había terminado y había que seguir
adelante, el recuerdo iría siempre con ella. La seguiría allá por donde fuera,
de día y de noche hasta que se enfrentara a él. Pero no sabía si tendría
fuerzas para ello, aún no estaba preparada.
Un paso cada día. ¿cuál sería el siguiente?
Un paso cada día. ¿cuál sería el siguiente?