miércoles, 12 de octubre de 2011

Carrie Bradshaw ha hecho mucho daño


 En la búsqueda de la perfección, las mujeres somos capaces de desarrollar toda clase de trucos, planes y estrategias para acercarnos a nuestros objetivos finales. El hombre perfecto, el cuerpo perfecto, el "outfit" perfecto, son algunos de los griales que perseguimos diariamente. Para ello nos sometemos a tratamientos, sucumbimos a la influencia mediática de la publicidad, nos fiamos de los consejos de las revistas del corazón y soñamos con finales felices que el celuloide de Hollywood elabora cuidadosamente en la mesa de un despacho y predicamos con todos los tópicos que la sociedad se ha encargado de crear a través de prejuicios, miedos y falsas morales.  Dicen de las mujeres que son el sexo débil, que son demasiado emocionales, como si por el hecho de tener la regla pudiéramos hacer que la bolsa se hundiera. Pero cuando se trata de perseguir esa ansiada perfección que el papel couche, o las estrellas de Hollywood, o los flashes de las cámaras o las series de televisión nos muestran, no hay quien nos pare. Pero en lugar de emplear todas nuestras fuerzas en conseguir la quimérica felicidad, el equilibrio, el balance que la vida debiera ser, las empleamos en disfrazarnos, someternos, convertirnos, y hasta esclavizarnos a manos de las modas, las exigencias familiares, o los fríos dictados del reloj biológico que parece correr mas rápido cada año. Tomamos como referentes personas como la señorita Carrie Bradshaw, que entre cócteles e imposible tacones de diseño, paseaba sus agonías amorosas por las calles de Nueva York, criticando a cada hombre con el que se cruzaba porque no era el caballero perfecto que la Cenicienta consiguió. Está claro que las mujeres no tenemos que conformarnos con lo primero que se presente, que valemos mucho más que todo eso, pero el darle tantas vueltas a la cabeza, dedicar tantas horas de análisis y tantos quebraderos de cabeza sobre las relaciones de pareja, los amigos, el trabajo, la vida en general, no han hecho sino mermar nuestra capacidad para disfrutar de la vida. Ya que al escudriñar y desmenuzar cada diminuto e insignificante detalle de nuestras vidas, acabaremos encontrando algo que no es totalmente perfecto, o al menos difiere de lo que nos habíamos imaginado, o lo que nos habían contado. Todas queremos ser la protagonista del cuento, tener un hada madrina, un príncipe encantado, un trabajo intelectualmente estimulante y unas amigas con las que compartir nuestra fabulosa vida. Pero en esa búsqueda dejamos de apreciar la vida que ya tenemos, hasta hacer que nada sea suficiente. Y es que como John Lennon dijo una vez: "la vida es lo que pasa mientras haces otros planes". Y a veces estamos tan inmersas en encontrar la perfección que nos olvidamos de lo más importante, que es que, la perfección no existe. Y no es nada malo reconocerlo pues, e intento no caer en la demagogia barata diciendo esto, cada persona, con sus defectos, con todas sus faltas, con sus complejos, con aquellos pequeños detalles que no le gustan de sí mismo, cada persona, en sí misma es perfecta tal y como es.