Pareidolias y paranoias
Dos palabras, una
muy conocida y utilizada en infinitos contextos. La otra, poco nombrada, quizá
desconocida. Una, representa lo que nos roba el sueño cuando al pensar en la
pareja empezamos a ver señales equivocas fruto de ésta, o nos pone en el centro de todas las miradas, o nos preocupa por los acontecimientos venideros a pesar de que no haya motivo alguno para preocuparse Otra, la que a veces
nos arranca una sonrisa al descubrir un segundo significado a aquello que no
habíamos percibido.
Una tranquila
mañana de domingo en la que la única opción televisiva si te levantas temprano
es ver uno de esos programas de “zapping” que recopilan curiosidades y o
momentos graciosos sucedidos a lo largo de la semana en la televisión, a veces
te cruzas con algún concepto interesante. Por primera vez, debo reconocer, he
escuchado la palabra “pareidolia”. Un término de dudosa utilización, ya que
suena más a una palabra que algún listillo ha inventado que a una formación léxica
con significado. Dada mi incredulidad ante tal término, lo busque en el
diccionario. No sin antes pararme a pensar un momento en “qué clase de freak
pasa la mañana de domingo buscando el significado de nuevas palabras escuchadas
en la tele”. Pasado ese ligero momento de sorpresa, indague en las confusas
aguas internautas en busca de una definición correcta. Deseché Wikipedia inmediatamente.
Al parecer es un término nuevo derivado de la palabra “eidolón” del antiguo
griego que significa imagen. Adaptado a nuestro tiempo, es todo aquello que por
la composición o forma de sus elementos se asemejan a algo totalmente distinto.
Como un edificio con dos ventanas y una puerta en medio, que parece una cara. O
una mancha en la pared que parece una cara. O bien una de esas misteriosas
apariciones en el campo que parecen haber sido obra de los extraterrestres y a
las que no les buscamos otra explicación más plausible que la de los extraños
visitantes.
Muchas de esas imágenes
nos pasan desapercibidas todos los días, cuando son más habituales de lo que
imaginamos. Pero quizá estamos demasiado ciegos para mirar dos veces una cosa
aparentemente inerte y sin interés alguno.
Es curioso como
la paranoia hace de nosotros su presa, y cuando se mete dentro de una pareja
actúa como el agua en la roca; filtrándose por sus rendijas hasta destruirla
desde dentro. La Paranoia nos hace ver señale, intenciones y deseos ocultos que
nunca han existido en otro lugar que no fuera nuestra cabeza, y en cambio somos
incapaces de ver las pequeñas “burlas” divertidas que la cotidianeidad nos hace
todos los días.
Tenemos una
visión tan peculiar de los acontecimientos de la vida, que a veces uno se
pregunta hasta que punto somos capaces de distinguir la realidad de la ficción.
Puede que estemos
deseosos de creer en algo, de tener cualquier pequeño clavo incandescente al
que agarrarnos para justificar nuestros miedos e inseguridades y nos valgamos
de las evocadoras imágenes que nos brinda la paranoia para no tener que
enfrentarnos quizá a la realidad. Puede que eso nos mantenga tan inmersos en el
detectivesco trabajo cerebral de descubrir la verdad que no tengamos tiempo ni
capacidad para ver las caras de los edificios, o las sonrisas pintadas en la
arena, o los cuerpos dibujados en las estrellas.
Paranoia o
pareidolia, no sé cual de las dos me definiría más. Por el momento cogeré la cámara
de fotos y saldré a convertir este aburrido domingo en una gran pareidolia
urbana.