domingo, 29 de septiembre de 2013

Pareidolias y paranoias

Pareidolias y paranoias

Dos palabras, una muy conocida y utilizada en infinitos contextos. La otra, poco nombrada, quizá desconocida. Una, representa lo que nos roba el sueño cuando al pensar en la pareja empezamos a ver señales equivocas fruto de ésta, o nos pone en el centro de todas las miradas, o nos preocupa por los acontecimientos venideros a pesar de que no haya motivo alguno para preocuparse Otra, la que a veces nos arranca una sonrisa al descubrir un segundo significado a aquello que no habíamos percibido.
Una tranquila mañana de domingo en la que la única opción televisiva si te levantas temprano es ver uno de esos programas de “zapping” que recopilan curiosidades y o momentos graciosos sucedidos a lo largo de la semana en la televisión, a veces te cruzas con algún concepto interesante. Por primera vez, debo reconocer, he escuchado la palabra “pareidolia”. Un término de dudosa utilización, ya que suena más a una palabra que algún listillo ha inventado que a una formación léxica con significado. Dada mi incredulidad ante tal término, lo busque en el diccionario. No sin antes pararme a pensar un momento en “qué clase de freak pasa la mañana de domingo buscando el significado de nuevas palabras escuchadas en la tele”. Pasado ese ligero momento de sorpresa, indague en las confusas aguas internautas en busca de una definición correcta. Deseché Wikipedia inmediatamente. Al parecer es un término nuevo derivado de la palabra “eidolón” del antiguo griego que significa imagen. Adaptado a nuestro tiempo, es todo aquello que por la composición o forma de sus elementos se asemejan a algo totalmente distinto. Como un edificio con dos ventanas y una puerta en medio, que parece una cara. O una mancha en la pared que parece una cara. O bien una de esas misteriosas apariciones en el campo que parecen haber sido obra de los extraterrestres y a las que no les buscamos otra explicación más plausible que la de los extraños visitantes.
Muchas de esas imágenes nos pasan desapercibidas todos los días, cuando son más habituales de lo que imaginamos. Pero quizá estamos demasiado ciegos para mirar dos veces una cosa aparentemente inerte y sin interés alguno.
Es curioso como la paranoia hace de nosotros su presa, y cuando se mete dentro de una pareja actúa como el agua en la roca; filtrándose por sus rendijas hasta destruirla desde dentro. La Paranoia nos hace ver señale, intenciones y deseos ocultos que nunca han existido en otro lugar que no fuera nuestra cabeza, y en cambio somos incapaces de ver las pequeñas “burlas” divertidas que la cotidianeidad nos hace todos los días.
Tenemos una visión tan peculiar de los acontecimientos de la vida, que a veces uno se pregunta hasta que punto somos capaces de distinguir la realidad de la ficción.
Puede que estemos deseosos de creer en algo, de tener cualquier pequeño clavo incandescente al que agarrarnos para justificar nuestros miedos e inseguridades y nos valgamos de las evocadoras imágenes que nos brinda la paranoia para no tener que enfrentarnos quizá a la realidad. Puede que eso nos mantenga tan inmersos en el detectivesco trabajo cerebral de descubrir la verdad que no tengamos tiempo ni capacidad para ver las caras de los edificios, o las sonrisas pintadas en la arena, o los cuerpos dibujados en las estrellas.

Paranoia o pareidolia, no sé cual de las dos me definiría más. Por el momento cogeré la cámara de fotos y saldré a convertir este aburrido domingo en una gran pareidolia urbana.