lunes, 21 de noviembre de 2011

Cuéntame cómo pasó

Tengo que reconocer que estoy enganchada a un programa de televisión que nunca pensé que me podría encandilar tanto. Estoy enganchada a "cuéntame". Desde el frio Londres, donde las noticias internacionales tienen la proyección de Victoria Beckham de cantante, la única conexión con el mundo real es internet. Navegando un día por la red en busca de algo de actualidad española topé con la página de Radio Televisión Española que además de noticias ofrece todas sus series. Para mí, que en esto de la tecnología tengo menos idea que mi abuela, era toda una revolución. Una conexión con el pasado y el presente de mi paso a través de la red. En fin, divagaciones a parte, vi que estaban disponibles todos los capítulos de cuéntame, todas sus temporadas, y no pude evitar sentir cierta nostalgia al verlo. Cuando vives fuera de tu país, pues ya son cinco años de aventura inglesa los que me tienen alejada, es inevitable que se despierte cierto patriotismo que nunca pensabas que tenias. Es por ello que celebras el mundial con una camiseta de España y te bañas en la fuente de Trafalgar Square en la final del mundial, o introduces el tapeo a todos tus poliglotas amigos, o te entra la nostalgia cada vez que piensas en tu país. Cualquiera que me ha conocido me habrá llamado en un momento u otro "roja" a lo que siempre he dicho "a mucha honra". Por ello el decir que siento cierto patriotismo o nostalgia hacia España puede resultar chocante. Lo que me hizo pensar en cómo se tergiversan las cosas en la vida. Naturalmente decir que estas orgullosa de ser española te cuelga el San Benito de facha, o de derechas, o lo que sea. Cuando el echar de menos a tu país y sus costumbres no es otra cosa que una señal de que en España no se vive tan mal. Quizá esto suene aun más chocante dadas las actuales condiciones en las que el país se encuentra, pero cuando ves lo que sucede en Europa, las cosas no te parecen tan graves. Mas allá de la crisis en la que muchos países se encuentran sumidos, las costumbres, el trato con los demás, las condiciones de trabajo o los pisos en los que se vive en el resto de Europa y en especial en el Reino Unido, hacen que vea a España mucho mejor de lo que la gente se empeña en creer. Los ejemplos son infinitos y después de haber pasado 5 años de duros trabajos en eta pérfida Albión, no puedo sino dejar constancia de ello. Hace poco que he dejado el trabajo, por motivos morales más que otra cosa, y un amigo me pregunto si tenía derecho a finiquito o paga o paro. Bien, la respuesta es no. tan simple como que el último día de curro te dicen adiós y te vas a tu casa. Aquí el paro te da apenas para pagar el transporte semanal y te puede llevar hasta 3 semana conseguir que te lo den, y todo para que cada quince días te manden 60 o 70 libras y ahí te las apañes. Lo peor es que cuando dimites no tienes derecho ni a eso. Lo el finiquito no saben realmente lo que es, te pagan las vacaciones acumuladas hasta la fecha y ya está. Las horas extras no se pagan, no hay prorrateos, no hay pagas extraordinarias, no te pagan las bajas por enfermedad. En fin que al final la mayoría de la gente vive una vida de jornalero. A eso le sumas una media de 40 libras semanales de transporte a la semana que te permitir viajar desde los extrarradios en los que vives hasta el centro donde trabajas; los alquileres imposibles, las cuotas de la universidad pública que ascienden a nueve mil libras al año, las tasas e impuestos que pagamos que llegan a ser de más de 500 libras al mes; y un largo etc. Todo ello recogido en artículos de periódico que, basándose en los últimos estudios, el Reino unido tiene unos de los peores niveles de calidad de vida de Europa. Claro que esto lo suelen solapar con ese orgullo patrio del que todos hacen gala por ser diferentes de los demás, a pesar de que para toda Europa ellos sean los raros.  Aun así, cada vez son más los españoles que persiguiendo el sueño de una vida mejor, se montan en un avión y vienen a Londres para hacerse hueco en el mundo. Y que encuentran, pues eso, la misma crisis, los mismos problemas, el mismo racismo y la misma desigualdad, solo que aquí es a la inversa. Viviendo en Madrid, he oído toda la vida a la gente quejarse de los inmigrantes, que quitan el trabajo, que se comen la seguridad social y que solo traen problemas. Viviendo ahora en Londres me reafirmo en decir que la gente no tiene ni idea de lo que dice. Aquí yo soy el inmigrante y soy tratada como tal, y en muchos casos no me dejan que lo olvide. Si me oye hablar en inglés no notarias que soy española, y aun estando acreditada con títulos y carrera sigo siendo una extranjera que no merece los mismo beneficios que los orondos del país. Y no es que sea mi caso particular, es el de muchos compatriotas que las pasan canutas para sobrevivir en la ciudad. Aquí los ingleses, no todos obviamente, se creen muy superiores a los españoles, a lo que consideran gente de toros y peineta. Se comen nuestras tapas, convierten nuestras playas en "raves" cada verano, y explotan a sus habitantes en los trabajos hosteleros. Pero no se nos tiene ningún respeto. Y ahora me veo defendiendo ante gente inglesa y estirada que yo he venido a trabajar, que pago mis impuestos y que tengo los mismos derechos que cualquier otra persona. ¿Os resulta familiar? el eterno debate de la inmigración que siempre es un tema candente en cualquier programa político. Un tema que resulta muy útil para justificar la crisis en el caso de que la oposición quiera meterse con el gobierno, por ejemplo. Pero ahora que me siento tan identificada con los inmigrantes de los que tanto la gente se queja, no puedo dejar de pensar en lo injustas que son las opiniones de aquellos que no saben de lo que hablan. Una vez más poniendo de manifiesto que la ignorancia es letal para el pueblo. 
Aquí si no fuera por los "inmigrantes" como yo, el sector servicios dejaría de existir, especialmente el hostelero que sobrevive gracias a todos los extranjeros que trabajan, que hemos trabajado, por menos de seis libras la hora haciendo cafés o poniendo copas y aguantando a capullos que preguntan "de donde viene tu acento" o "España es la capital de Madrid" o si "Barcelona es la capital de España", por cierto esto es verídico. 
No se puede generalizar está claro, pero me enciendo cuando veo al BNP (partido nacionalista en Inglaterra) que se queja del daño que hacen los inmigrantes a un país. Y encima ahora que el presidente Cameron baraja la posibilidad de salirse de la unión Europea, hace pensar que es una estrategia para tener más libertad para librarse de aquellos que para el sobramos. En fin que sea por la crisis o no, el caso es que entre impuestos, subidas de precios, malos trabajos y despotismo, nos tienen ahogados. Y ni si quiera podemos regar las penas con copazos como los de España, que encima aquí las copas son de risa y un cubata española equivale a cuatro de aquí. En fin que la situación esta jodida en todas partes, y como decían las abuela "en todas partes cuecen habas". Y sobre todo que en un mundo tan grande con tantos miles de millones de personas poblándolo, no se puede generalizar y que aquellos que tanto parecen perjudicar a un país, quizá le están haciendo un servicio. Solo con un poquito de tolerancia y algo más de información mucha gente abriría un poco los ojos. 
En "Cuéntame" luchaban y se manifestaban por vivir en libertad, por un país mejor, por un país libre y sin censuras ni injusticias franquistas para eliminar la represión del régimen, y ahora que tenemos libertad de vivir en comunidad, de aceptarnos, de respetarnos y de que cada uno vive libre de prejuicio y represiones, estamos sometidos a la reprobación publica de aquellas mentes ignorantes que siguen juzgando a los que no son como ellos. Y es que a pesar de estar en un nuevo milenio, a pesar de haber convertido el mundo en una maraña internauta donde la tecnología es un miembro más de la familia y la información es abierta y está al alcance de todos, siguen existiendo aquellos que aun viven en "Cuéntame" y defienden las diferencias sociales o no luchan por erradicarlas. Por ello es necesario que de vez en cuando al menos, nos olvidemos de nuestros pequeños problemas, y salgamos de ese ecosistema en el que vivimos y recordemos que por encima de ideales políticos, color de piel, nacionalidad o gustos, somos seres humanos. Al fin y al cabo, una misma especie. Una especie, humana, que debería defender sus derechos comunes y luchar por una convivencia pacífica en la que no exista color ni bandera, solo humanidad. Y que siempre hay alguien que lo pasa peor, al menos eso debería ayudarnos a valorar lo que tenemos. 

Utopía


Si Tomás Moro levantara la cabeza y viese lo distante que este mundo se encuentra de u idílica Utopía, volvería a caer en el hoyo espantado. Y es que en estos días electorales en los que las crisis, de deficiencia de empleo, de ideales político que rara vez llegan a convertirse en realidades, es casi inevitable que hasta los mas escépticos, los mas despegados, los mas apolíticos se impregnen del espíritu electoral que ha tomado posesión de las televisiones, los periódicos, las vidas en general y sobre todo nuestras mentes. Cuando se habla de política, la primera imagen que nos aparece en la mente es la de sus representantes físicos. Esos hombres y mujeres vestidos de trajes caros que hablan de muchos  proyectos, prometen muchas cosas, y dibujan un modelo de prosperidad para el país al que representan diseñado para captar los votos de sus semejantes. Pero ninguno de sus programas electorales se basa en hechos consumados, ni tienen prueba de que aquello que pretenden se vaya a cumplir, ni pueden ofrecer garantía de éxito en esos planes ambiciosos que prometen. Pues, al final, igual que las promesas que nos hacemos a nosotros mimos, o a nuestras parejas, o a nuestro amigos, las promesas se rompen; y esos utópicos modelos de gobierno que pretendían traer trabajo, prosperidad y paz a un país se ven sesgados por la oposición, por las crisis, por el paro y por la actitud contraria con la que los políticos tienen que luchar. Quizá sea ese el mayor problema, la actitud que todos tenemos ante la política. En la vida cotidiana, nos preocupamos de gobernar nuestro pequeño mundo. En hacer las cuentas de la casa, en ir a trabajar y ganarnos el sueldo que siempre nos parece escaso, en divertirnos los fines de semana con los amigos y planear las vacacione del verano que tan ansiosamente esperamos desde el primer día de trabajo. La implicación política o la preocupación de estado son directamente proporcionales al nivel de estabilidad en un país. Cuando las cosas van bien, cuando tenemos dinero en el bolsillo, cuando pagamos las letras de la hipoteca a tiempo y las cosas parecen estar en calma, nuestra conciencia política se adormila. En cuanto hay problemas o algo no nos satisface plenamente, nuestro espíritu de lucha se reaviva de repente y nos convertimos en pasionarias en la lucha contra el sistema. Parece lógico pensar que cuando las cosas van mal, hay que quejarse. Y cuando todo va bien, hay que callarse. Porque al fin y al cabo, lo que realmente nos interesa en la política es que, sea el régimen que sea, nos prometa que nuestro pequeño mundo se ajuste a nuestras necesidades, a las privadas no tanto a las necesidades colectivas. Y no es que seamos egoístas pero en el mundo en el que vivimos, con tantas desgracias, con tantos problemas, es inevitable que a veces metamos la cabeza debajo del ala del conformismo. En ningún programa político en plena campaña se habla de ayuda al tercer mundo, de las accione ecologistas que se deberían llevar a cabo, del racismo que cada vez esta mas presente en las ciudades, de la falta de libertad de expresión, de la forma en que la gente te juzga como si en época de Franco nos encontráramos. Esos temas serian considerados pura demagogia inútil. Pues lo único que interesa es hablar del empleo, de la prima de riesgo, de los tipos de interés, de la crisis del euro, en fin, del dinero. Todos esos términos de los que hablan en los periódicos  que solo unos pocos logran entender. Esas personas cultas que parecen haber tenido de padre a un diccionario y conocen todos los términos y acepciones de cada afirmación, de cada palabra. Cuando para la mayoría lo único que importa es que nos digan si vamos a tener dinero y trabajo o no, sin tecnicismos, sin demagogias, sin interpretaciones de leyes, sin esa pomposidad que los políticos emplean como si fueran catadores de vino. Igual que en una cata en la que te distinguen hasta el color de los ojos del que recogió las uvas de la parra, los políticos se empeñan en hacer complicadas las cosas más simples perdiendo así la confianza de sus seguidores que, perdidos entre tantas vagas palabras, al final no saben ni lo que están votando. Pues para el ciudadano de a pie solo existe el blanco o el negro, vino tinto o blanco. Y es que cuando tenemos el bolsillo lleno, cuando nuestra familia tiene sus necesidades cubiertas, cuando no hay algo que nos afecte directamente, la política deja de tener tanta importancia y nuestra implicación en ella merma considerablemente. Quizá nos estamos haciendo unos conformistas o egoístas o simplemente velamos por los intereses inmediatos de os que nos rodean y nos abruman los intereses mundiales por su magnificencia o lejanía. Pero de vez en cuando conviene recordar que, aunque teniendo nuestros bolsillos llenos, o incluso aunque estén vacios, siempre hay gente pasadlo peor; que no por el hecho de que nuestro partido gane, las desgracias se han acabado, y que mientras los representantes políticos debaten desde sus atriles como si de un patio de colegio se tratara, existen problemas que aun están por solucionar. Y quizá el modelo de Tomas Moro no tendría cabida ahora, pero se puede aprender de él. Y se puede luchar, de forma individual o colectiva por conseguir que este mundo sea un mejor lugar para vivir. Un mundo en el que se comparta, donde nadie sea superior a nadie, donde se ayude al que lo necesite y se aprenda a vivir con lo necesario y no con lo superfluo. Eta claro que como su propio nombre indica, esto es solo una Utopía, que difícilmente podríamos renunciar a esos pequeños caprichos que nos hacen la vida más fácil. Quien podría vivir in internet, sin coche, sin casa en la playa, sin vacaciones o ropa de marca o lo que sea en que cada uno se gaste su dinero. Pero si por algún momento se os pasa por la cabeza ajustar la vista y mirar un poquito más lejos, aquí os dejo unas páginas en las que se puede colaborar de forma activa con aquellos que intentan acercar este mundo tan loco a esa soñada Utopía.

www.intermonoxfan.com
www.caritas.es
www.cruzroja.es
www.osjam.org.uk
www.msf.es

Felices elecciones, felices donaciones, felices aquellos que dedican su tiempo a hacer felices a los demás.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Las palabras tienen un poder silencioso


 Las palabras tienen un poder silencioso. Lo que dices, lo que te dicen, lo que te callas, todo ello son un conjunto de algo más que letras. Son intenciones, dobles significados, malas interpretaciones, juegos y sentimientos enredados. Lo mismo te sucede con los blogs, que mas allá de ser un muro cibernético en el que expresarte con claridad sobre lo que te dé la gana, se convierten en una poderosa arma de doble filo y como no escribas con cuidado te puedes cortar. Gracias a ese enmarañado sistema internauta en el que todos navegamos, cada espacio, cada página, enlace, plataforma etc. pueden estar conectados entre sí. De forma que aquello que escribes en twitter, se publica en facebook, aparece en my space, es seguido en tu blog, mandado por email a un amigo que lo convierte en menaje de texto y se lo envía a tu hermana que se lo acaba comentando a tu madre. Está todo tan intrínsecamente conectado que no te vale de nada bloquear a ciertas personas de tu facebook, entiéndase por ciertas personas a los ex novios o las madres, porque de alguna forma la información que pongas en internet llegara a los más recónditos oídos. Aquello del mensaje en el contestador, de la postal desde la playa o la llamada a cobro revertido son sistemas tan obsoletos que han quedado relegados a los capítulos de Cuéntame. Por lo que llegado a este punto en el que empiezo a recibir privados preguntando si lo que escribo es verídico, si está relacionado con alguien en particular, si los hechos han sucedido como los cuento, he de decir que ni si, ni no, sino todo lo contrario. Lo dejo a la imaginación del lector. Y que cada uno se quede con lo que quiera. Pero este tema me hizo preguntarme si no estamos pasando los límites de la libertad de expresión. Gracias a la profusión de las diferentes redes sociales, conocemos más de la vida privada de los demás que de la nuestra propia. Acabamos ligando cada acontecimiento a Facebook, cada pensamiento es compartido en Twitter, cada rayada de cabeza es discutida en tu blog. Y cuando por fin tienes una conversación cara a cara con alguien implicado físicamente en tu vida, parece que las palabras se atacan en tu garganta. Ya sea por miedo o por vergüenza o por no saber articular sin la opción del diccionario del móvil, no te atreves a decir lo que piensas a la cara de nadie. Pero, eso sí, tu estatus de Facebook siempre esta actualizado, tus fotos están subidas, tus blogs están escritos. ¿Nos estamos relacionando realmente con tanta navegación o solo nos estamos hundiendo en el silencio? Te vas de vacaciones y solo sacas la cámara pensando en las fotos de perfil tan buenas que te van a salir, vas de fiesta y  compartes hasta el numero de copas que te has tomado; acabas como las grecas tirada en una esquina y toda la comunidad internauta debe saberlo; tienes resaca por la mañana y hay que compartirla también, pues de qué sirve tenerla sino es para alardear de que es fruto de una pedazo de juerga que te corriste la noche anterior. Dicen que el que no sabe enseñar, hace; y el que no sabe hacer algo, enseña. Estamos acaso llegando a un punto en el podemos decir, quien sabe vivir, disfruta; quien no vive, facebook. El poder de internet y la calidad que puede aportar a nuestras vidas es indiscutible. Puede usarse como medio de promoción, como plataforma publicitaria, como herramienta de Marketing, etc. Algo especialmente útil para aquellos que no han decidido venderse a los carroñeros programas de televisión, y solo quieren enseñar su arte al mundo. La información está al alcance de todos, internet ayuda a los niños en los estudios, revolucionando los trabajos de documentación, la simultaneidad de comunicación que te permite, no solo obtener información y respuestas en tiempo real, sino hacer compras, hacer negocios, estar enterado de todo lo que sucede en la sociedad, como una ventana al mundo en la intimidad de tu salón, con algunas de las ventajas que el buen uso de internet proporciona. Pero ¿cómo saber donde eta el límite entre lo que es bueno o normal y lo que empieza a ser un comportamiento de alto riesgo? quizá la clave está en el número de veces que compruebas tu correo electrónico, la cantidad de fotos que subes, cada vez mas provocativas, el numero de "amigos" que tienes en facebook, aunque no te hables con la mayoría desde hace años, o la frecuencia con la qué practicas "net sex" a distancia. En fin, que es lo normal es una difícil pregunta y yo no sé la respuesta, solo pretendo lanzar esta cuestión al vacio. Por ahora, me voy a actualizar mi estado de facebook, que hace ya un rato que no me conecto. Happy net! 

martes, 8 de noviembre de 2011

Devoción o desesperación


"puede que el universo no siempre juegue limpio, pero desde luego que tiene un gran sentido del humor" otra de las perlas sacadas de la conocida serie "sexo en Nueva York" que durante años ha sido mi religión, así como la de muchas mujeres que secretamente se veían identificadas en sus historias. Cuando hablamos del futuro, es difícil hacerlo en términos absolutos, ya que, por mucho que intentemos controlarlo, jamás lo conseguiremos. El futuro no está escrito, a pesar de nuestras muchas encomendaciones a sus deseos.  Hay quien se fía o se cree las famosas leyes de Murphy, que básicamente vienen a decir que nada te sale como lo has planeado, que por mucho que te esfuerces en hacer que la vida baile con la música que tú eliges, hay factores físicos que te hacen cambiar de canción sin previo aviso. Lo que convierte cualquier existencia en la opción aleatoria del Ipod. Empiezas escuchando una canción pero no puedes saber cuál será la siguiente.

Hay quien postula con las predicciones divinas y creen que su destino está regido por los dictados de cierta religión, o Dios, o profecía. Siempre he concebido a Dios como un jugador de rol que se entretiene moviendo sus fichas, o sus participantes a su antojo en un tablero cósmico hasta que decide que su partida ha terminado. Las religiones, sean cuales sean sus preceptos, bases o doctrinas, coinciden en algo: están basadas en el miedo. Por lo que un líder espiritual que predica cierta religión, en un intento de mantener a sus corderitos en el rebaño, suele valerse del miedo de las personas a lo desconocido, a la muerte o al dolor,  más que del amor y la bondad con la que predican, para alimentar la fe de sus fieles. Y no es acaso la base de cualquier creencia. Más allá de las preferencias religiosas, las personas somos capaces de creernos cualquier cosa que nos proporcione un atisbo de seguridad, o una respuesta a la eterna pregunta que nos acecha a lo largo de nuestra vida; que pasara en el futuro, que ocurrirá en mi vida, el clásico "qué será, será?".

 La incertidumbre ante los posibles futuros acontecimientos, sumada a la impaciencia por conocer el desenlace de cualquier situación hacen que leamos cada mañana el horóscopo en el periódico, visitemos videntes, nos limpiemos el aura, estudiemos el karma y analicemos cada acontecimiento, cada frase, cada error, intentando encontrar la conexión divina en ellos. Pero basándonos en la creencia de que todo esta escrito, que no tenemos poder sobre nuestro futuro y que no importa lo que hagamos pues las memorias de nuestra vida ya han sido publicadas en un catalogo cósmico, ¿de que sirve lo que hagamos? ¿de que sirve dolerse por los errores cometidos que nos apartan de cierta persona cuando quizá, simplemente no estábamos destinados a ella? de que sirve hacer planes de futuro si alguien lo ha hecho por nosotros? o porque molestarse en pensar cuál es el mejor camino a seguir si alguien ha dibujado nuestros pasos previamente? 
Es curioso como cada vez que las cosas nos van mal, culpamos al destino o a la providencia y a sus inescrutables caminos en un intento de encontrar una explicación a todo lo que va mal. Y a partir de ahí, construimos nuestras propias teorías de porque las cosas pasan. "todo pasa por una razón" cuando una puerta se cierra, se abre una ventana" no era lo que me convenía" "if it's not meant to be,..." y un largo etcétera para evadir la culpa, para no admitir que quizá esa culpa es solo nuestra, o simplemente que la vida sigue su curso y no tiene por qué haber una razón para todo lo que en ella sucede. 
Otra cosa curiosa sobre la devoción de la que hacemos gala es que cuando todo nos va bien, no se nos pasa por la cabeza pensar que es ese destino, esa religión o providencia quien de algún modo nos lanza un regalo. Todo lo bueno que sucede es fruto directamente de nuestro esfuerzo, nuestro buen juicio, nuestra propia valía para conseguir lo que nos proponemos. Contrariamente a lo que sucede cuando la vida se presenta de forma diferente a lo que habíamos esperado de ella. Entonces, la culpa no es nuestra, es simplemente un castigo karmico del que no hemos podido escapar, o alguna reminiscencia de una vida pasada que dejamos con asuntos inacabados. “Porqué tenemos esa necesidad de pasar de la confusión al confucionismo” porque hay que encontrar una explicación a todo lo que sucede, aprender algo de cualquier revés o relación fallida. Y más aun, porque tenemos que conocer todas las repuestas a esas preguntas sobre el futuro, en lugar de disfrutar del presente que pasa ante nuestros ojos.

Es fácil decir que hay que disfrutar el momento, no preocuparse ni plantearse el futuro, no comprometerse a nada que no sea el presente. Pero en el momento en que los sentimientos de alguien están en juego, dejamos de creer en el utópico "Carpe Diem" para convertirnos en carne de vidente, o de horóscopo, o de cualquier predicción que nos de tranquilidad y seguridad sobre el incierto futuro. 

Buscar algo en lo que creer que mantenga altas nuestras miras, que perpetué la ilusión por la vida ante los excitantes acontecimientos que vendrán, es una vía de escape que nos evita pensar en el biológico final que a todos nos espera. Claro, que solo funciona cuando esas predicciones son buenas, cuando oímos lo que queremos oír. Pues un mal consejo, un mal augurio, e incluso un mal horóscopo escrito por algún becario aburrido, consigue ponernos alerta sobre lo que podría pasar e incluso a la defensiva ante la visión de aquello que se supone que va a ocurrir. Por  lo que realmente, en que nos ayudan todas estas elucubraciones que no nos dicen mas que no importa por donde andes, porque tu camino ya está delimitado.   Pues si te fías de tantas predicciones, horóscopos o señales absurdas o incluso de lo que tú crees que va a suceder, te autosugestionas, te predispones para ello, aunque no tenga nada que ver con la realidad.
 El horóscopo te dice que alguien te va a traicionar, y sin darte cuenta te conviertes en una jugadora de “Cluedo”, mirando a los demás de forma diferente pensando en quién será el traidor; te dicen que tu pareja tiene un secreto y le practicas el tercer grado porque automáticamente piensas que te los pone con otra; te dicen que tendrás que controlar tus finanzas y te haces tacaño hasta con tus colegas. ¿Somos realmente tan simples que encomendamos nuestra vida a una absurda predicción de periódico sensacionalista? no será hora de mandar al destino a tomar por culo, antes de que alguien te mande a tomar por culo a ti y te quedes hecha pedazos.