lunes, 28 de abril de 2014

mi personaje, yo misma u otro ser


He creado un personaje, un alter ego se podría decir. Una persona que posiblemente sea la mejor versión de mi misma. La persona que siempre quise ser y la vida quizá no me lo permitió. He creado un personaje que vive feliz en su pequeño mundo de detalles, donde el adiós no existe, donde nunca anochece, donde las palabras no vuelan, donde el amor permanece. He creado una vida de palabras, unas juntas y otras separadas; una vida inacabada, un camino retorcido y lleno de trabas. Miro a mi personaje a veces, le doy voz, figura y alma. Dejo que las pequeñeces no le afecten ni le roben la calma. He creado un personaje que es como quiero ser, que vive la vida que siempre quise, que disfruta como una vez lo hice. He creado un personaje que me sigue, que me llama, que me dice entre mis sueños que la vida no desperdicie.
He creado mi mejor obra, una consecuencia, una historia He creado a mi personaje y ahora le envidio, le desprecio los celos arden. He creado un personaje que vive mejor que yo, que no sueña despierto nunca, que vive simplemente con pasión. He creado mi personaje, y con él todas mis dudas. Dudas de quién soy, quién me gustaría ser y lo que es más importante quién, en el futuro puedo llegar a ser. Y no se ninguna repuesta, pues si bien mi personaje salió de mi teclado, las respuestas a sus preguntas no venían con ese trabajo.
Es parte de la vida, encontrar tus propias respuestas. Son los sueños y esperanzas, el impulso que a la razón le falta.
Pasamos de un “nunca” a un “puede”; vamos de un “no” al “maybe”, cambiamos un “imposible” por algún que otro “alcanzable”. Quién nos guía en el camino; son las ganas o la suerte, son la razón o el sino, son las dudas las que nos detienen.
Quién nos dejo en esta tierra sin respuestas ni caminos, ni nociones o escritos que seguir hasta completar nuestro destino.

Y como no hay respuestas, ni caminos que escoger sigo buscando el mío a través de mi personaje, de esa persona que siempre quise ser

domingo, 27 de abril de 2014

Cezanne en el Thyssen



Una de las pocas ventajas que tiene ser joven en Madrid en estos momento es poder disfrutar de una amplia oferta artística y de los descuentos que la acompañan.  Digo pocas, ya que además de la imposibilidad de obtener ayuda, financiación, trabajos dignos duraderos e independencia económica hacen que a veces sea difícil disfrutar de verdad de la ciudad que te vio nacer. Pero no se puede negar que quien quiera disfrutar de un día cultural se lo puede permitir y que la única dificultad para hacerlo será elegir el plan en esa grandiosa oferta. 
Una carrera o maratón me sorprendió a la puerta de casa esta mañana arruinando el plan de dar un paseo tranquilo por la Castellana antes de dirigirme al Rastro de Madrid, que a pesar de haber estado cientos de veces, nunca me canso de recorrer. 
Pero el sonido de coches de policía, el crujido metálico de las vaya levantándose, los helicópteros espía y las masa de gente me hicieron cambiar de plan. Qué mejor forma de disfrutar del domingo con un poco de arte y escapar del urbanismo saturado de la calle. 
Hoy fui al Thyssen a recorrer su exposición temporal dedicada a Cezanne. Una exposición algo pequeña, como suele pasar con las exposiciones especiales en el Thyssen que condensa la vida del autor entre caminos curvados y paisaje llenos de color. 
Cezanne nació en 1819 y dedicó hasta sus últimos alientos a plasmar lo que sus ojos veían en la inmensidad del horizonte. Paisajes pintados en óleo, acuarela y lápiz que siempre dejan espacio a la imaginación. Una sucesión de bosques en los que siempre hay un camino curvado con algo especial al final. Curvas que representan la vida misma y cómo ésta nos brinda el camino hacia el futuro y el autodescubrimiento a cambio de nuestros pasos. Caminos que empiezan grandes y se retuercen a medida que se alejan, como la ruta que tomamos en la vida que, a pesar de parecer sencilla, siempre presenta dificultades. Unos obstáculos que tanto en cuadros como en la realidad merece la pena salvar pues, al final del camino, nos espera un rayo de luz, una cabaña donde cobijarse, un estanque con agua fresca, o la felicidad que tanto ansiamos. 

Su trazo ágil y sus colores difuminados toman forma en increíble creaciones elegantes y amables a la vista. Sin estridencia, sin excesos, sin cubismos Cezanne consigue transmitir la calma de la Toscana, la Paz de lo campos en Normandía, el susurro de los árboles en sus bosques.

"siempre un camino curvado, 
siempre una curva que tomar.
Nunca una línea recta 
el autor quiso pintar.
Empieza grande el sendero, 
retorciéndose hasta perderse
y luego volverse a encontrar. 
Ya sea una simple manzana
o unas naranjas al sol 
o un chico con desgana
deshojando alguna flor, 
Cezanne captó su esencia
y la lleno de color"

"Haga lluvia o brille el sol, 
el camino se retuerce
mostrando más de una opción
un camino que se pierde
una u otra decisión" 

"Una granja en Normandía, una casa o un pajar, 
imágenes que escapan al turista
a sus guías y a su flash. 
un campo desierto o una casa a derrumbar
un sinfín de hermosas vitas
el autor quiso plasmar.
Son paisajes eternos 
es un sol que no deja de brillar
son campos y prados yernos

donde el tiempo parece no pasar"

jueves, 24 de abril de 2014

Los viajes de Juliett, Roma 4a parte

La luz del mediodía que intentaba iluminar los callejones, descubrió otra de las Vías que salían de la Piazza di Trevi y a su vez, le daban el nombre que ostentaba.
Continuó por Vía delle Muratte en dirección a Vía del Corso que, si no estaba equivocada, la llevaría hasta la Piazza della Rotonda hogar del famoso Panteón.

Atravesó Vía delle Muratte, sorteando decenas de turistas agolpados frente a los puestos callejeros. Pequeños tenderetes repletos de fotografías y pinturas típicas de Roma que lucían tan artísticas como hubiesen salido de la imaginación del pintor pocos minutos antes, y no de alguna máquina fotocopiadora. Imágenes de los lugares más reconocibles, todos esos que Juliett aún no había visto y ansiaba por conocer. Era como un mapa en el que no hacían falta palabras que plasmaran la belleza, el encanto y el arte de cada pintura.
Dejando atrás las tiendas de limoncello, objetos de madera “hechos a mano” y pequeñas maquetas de La Fontana, Juliett llegó a la Vía del Corso. 

Una de las arterías principales de Roma, donde gastar indecentes cantidades de dinero en sus numerosas tiendas. Sorprende en esta calle uno de los palacios de Roma reconvertido en una tienda de la marca Zara. Un lujoso emplazamiento en medio de la ciudad con una exquisita arquitectura y cuatro hermosas fachadas destacadas por la pureza y de sus blancos decorados y sus juegos de luces. Una situación privilegiada que no dejaba de decepcionar ligeramente al ver que en lugar de albergar lujosos salones de baile, lámparas de cristal y ventanales con vidrieras, sólo guardaba una tienda de moda. Las tiendas no parecían cerrar para almorzar como solía pasar en España, donde las pequeñas tiendas echaban el cierre un par de horas al medio día para comer y echar la siesta. En Roma, igual que en Milán, las tiendas parecían estar abiertas siempre.

Tras pocos pasos tomó la Vía del Seminario. Un gran nombre para una calle pequeña.  Pero como se suele decir las mejores esencias se guardan en frascos pequeños. Aquella calle era lo que cualquier turista que viniese de una gran ciudad podría esperar de roma. Una sucesión de fachadas de oscurecidos tonos pastel y pequeños balcones. Ventanas viertas dejando escapar el fragante aroma de un guiso, blancos visillos ondeando con la fresca brisa; portones de madera rechinando achacosos. Cada tienda, cada pequeño local parecía ser el fondo de una postal. Una puerta de madera dividida, con la parte superior abierta vestida con una cortina blanca tan fina que dejaba atisbar el interior de alguna “ostería” o taller de reparaciones; guardada por maceteros de terracota llenos de margaritas que aún no habían sido pasto del frío.

Edificios de piedra, resplandecían bajo el sol dando cabida a todo tipo de comercios con anuncios y carteles tan discretos que se fundían en el conjunto. Un supermercado se escondía en la planta baja de un edificio, como si hubiera sido cavado en una cueva y en lugar de estanterías de metal, sólo dispusiera de estantes de madera clavados artesanalmente y fanegas de verduras. Todo gozaba del encanto artístico de la roma medieval, destacando la simplicidad de otros tiempos. Quizá tras el mostrador la esperaba una mujer ataviada con falda larga sobre enaguas, con pelo recogido y cofia blanca. Juliett se sintió con ganas de hacer una incursión en una tienda local, compraría algo en el súper. No era lo mismo que entrar en las típicas tiendas de regalos donde los vendedores parecían tener incorporado un reconocedor de voz con el que adivinar en qué idioma tenían que regatear con el cliente, un supermercado era otra historia. Allí la cajera o el pescadero no se preocuparían de hacerse entender y ello dificultaría la conversación. Pero a pesar de la rústica apariencia de la fachada, el supermercado no era más que otro autoservicio disfrazado donde con dos palabras en el idioma indicado es suficiente para hacer la compra.
Un vistazo a la comida típica. Juliett siempre penaba que comprar productos gastronómicos en las tiendas de regalos, o aquellas que se agolpaban junto a monumentos o atracciones turísticas era un error. Pues esos productos expuestos no eran más que derivados de los que realmente se podían degustar en una casa italiana, en ese caso. Por ello siempre resultaba más fiable comprar buenos productos en un súper. Allí se podía elegir la calidad, cantidad y precio y sentirse un poco más segura en cuanto a la fiabilidad de dichos productos ya que si estaban a disposición de los lugareños sería por algo. Recorrer los pasillos del súper resultó igual de interesante que recorrer alguna de las callejuelas que la habían llevado hasta allí.
Filas enteras de paquetes de pasta de todos los tipos y granos, aunque nunca de colores, a diferencia de esas vistosas creaciones destinadas a los extranjeros que gastan 10 euros en unos macarrones tan grandes como cubrir la olla en la que se cocinan.


Cientos de cafés diferentes y todo tipo de complementos para éstos. Cacaos, canelas, azucares, y otros endulzantes que harían las delicias de los paladares más selectos que degustasen un buen tiramisú; un inmenso expositor de quesos envueltos en pequeñas porciones con delicado celofán; vistosos mostradores de carnes y pescados frescos y una amplia variedad de zumos y refrescos de todos los sabores inimaginables completaban la oferta gastronómica. Sin olvidar las hordas de diferentes aceites y aliños para culminar las recetas de pasta y ensaladas. 
 




Juliett compró unas manzanas y una selección de dulces, que a todos agradan, y dejar solucionados los regalos de los amigos y familiares que nunca esperan nada pero que se sentirían molestos si no recibieran un “Panettone” o una botellita de “limoncello”.

-      “Buon Jorno”
-      “Buon Jorno”
Bip, bip, bip, bip…. Clamaban los productos al deslizarse por el láser.
-      “ venti euro e cinquanta”
-      “Gracie”
Fin de la conversación en italiano. Pocas palabras para una persona, pero un gran éxito para una extranjera.

A punto de darle el primer bocado a la jugosa manzana roja, recién salida de la película de “Blancanieves”, Juliett vio su siguiente punto de admiración; el Panteón.



 La afluencia de gente era imparable anquen dada la hora del almuerzo, seguramente empezaría a decaer por lo que aquel momento parecía propicio para tomar un descanso, sentarse en la plaza bajo el sol y mezclarse entre los turistas y los “come pipas” mientras comía su manzana y echaba un vistazo a la guía en busca de información sobre aquel magnífico monumento.
Conservando ese estilo sorpresa de Roma, La Piazza de La rotonda, que obtiene su nombre de la forma en que popularmente se conoce el Panteón, Aguardaba inmersa en el bullicio y el urbanismo de Roma, con la paciencia que su antigüedad y posición le permitían. Hogar de una de las mayores obras de arte de Roma. 

La plaza es además un punto de encuentro, no sólo de personas, sino de disciplinas artística. Sentada en los escalones que rodeaban el “obelisco” de la plaza, Juliett observó la convergencia de culturas que se filtraba a través de los diferentes caminos que convergían en aquella plaza. Hordas de turistas con su cámara al cuello; amigos encontrándose en la fuente como los madrileños se encuentran en “el oso” se la Puerta del Sol; parejas almorzando en pequeñas mesitas cubiertas de manteles a cuadros rojos y blancos. Otra pintoresca imagen digna de varias fotografías. Artistas callejeros hacían sus mejores trucos para atraer esas monedas sueltas que siempre quedan el bolsillo. Funambulescas, cantantes con laúdes vestidos de época, un violinista amenizando el almuerzo de la clase pudiente en aquellos pequeños restaurantes que delineaban la plaza,…. Numerosas expresiones artísticas que no dejaban de atrapara la atención de cualquier transeúnte.
Juliett termino su fruta y encendió el cigarrillo correspondiente mientras ojeaba su guía.
Recordaba algunos detalles del Panteón, pero tan vagos que apena podía imaginar cómo sería por dentro. Aquella hermosa edificación del antiguo imperio Romano era un símbolo de la avanzada arquitectura que los romanos desarrollaron minimizando el tiempo de construcción y asegurando la supervivencia de sus edificios, pues a pesar de sus siglos de edad y las inclemencias del tiempo y de la mano humana, el Panteón conservaba prácticamente el mismo aspecto que justo después de su construcción. Sus columnas daban la bienvenida a una sala abovedada que ostentaba el título de ser la más grande hecha en hormigón, superando incluso a la cúpula de la catedral de San Pedro. Cómo u nombre de origen griego indicaba, estaba dedicado a los dioses y supuso uno de los centros neurálgicos de la antigua Roma donde los magistrados y personalidades de la ciudad se reunían a diario para tratar temas políticos. Llegó a ser tal la afluencia de gente en el Panteón que a pesar de tener una cúpula con un  “óculo” abierto, ni la lluvia llegaba a filtrarse por el efecto de la humedad producida por tanta gente junta.


La cúpula había sido objeto de estudio de muchos arquitectos durante años, deseosos de averiguar la ingeniería escondida tras esos muros que permitía a una cúpula de semejante envergadura mantenerse intacta. Los suelos de mármol, las imágenes representadas y las columnas del interior completaban aquella nueva fotografía.
Juliett se abrió paso lentamente a través de los turistas que siempre caminaban tan lentamente que parecían hacer cola en lugar de pasear. El Panteón no decepcionaba. Parecía haber sido construido pocos meses atrás. Los suelos brillantes, las columnas relucientes, la clara y delicada luz que el óculo dejaba entrar,   la perfección de la cúpula, las ventanas que formaban su base, era la perfecta combinación de ingeniería y diseño. Otro claro ejemplo de la grandiosidad y elegancia de las obras romanas.
Sin mucho más que ver en el interior, Juliett recorrió la fachada. Sacó otra manzana y emprendió el camino hacia el siguiente lugar, aún por decidir.



miércoles, 23 de abril de 2014

Los viajes de Juliett, Roma 3a parte

Desde Santa María La Maggiore continuó por Vía Torino hasta Vía XX de Setembre. Una calle comercial repleta de bolsas de colores cargadas de regalos y compras arrastradas por turistas desorientados que caminaban cegados por las luces de los escaparates.  Llena de pequeñas tiendas no más grandes que un armario de cocina donde liberaban móviles, vendían postales, alquilaban bicicletas y otro sinfín de servicios y productos para satisfacer al turista más exigente, o al más despistado que olvido su cargador, las pilas, la batería de algún aparato electrónico sin el que, como ya sabemos, no se puede vivir.
Aquella calle no presentaba ninguna señal que indicara o te hiciera sentir que estabas en Roma. Bien podría ser la Gran vía en Madrid, Las Ramblas en Barcelona o Bond Street en Londres. Era como todas las grandes avenidas turísticas; el tráfico incesante de coches desesperados por llegar a su destino, el armonioso desfile de compradores con dinero pegado al cuerpo mirando los precios en cada lugar para no ser engañados, o al menos no demasiado; las tiendas de falsificaciones; no había rastro de Roma, ni una huella que indicase estar en la cuna del arte, en una ciudad clave de la historia, en la convergencia de la arquitectura y la pintura. Si una persona busca un viaje en el que admirar monumentos que no podría ver en la ciudad de origen, no debe desperdiciar el tiempo. Por ello Juliett nunca recorría las calles dedicadas a las compras a menos que, como frecuentemente pasaba, se despistara del rumbo habitual. Las tiendas globalizadas y uniformadas se odian encontrar en cualquier ciudad ofreciendo básicamente lo mismo en cada ciudad en la que abrieran sus puertas con una divisa diferente. Pero Juliett buscaba algo más. Quería ver la Roma del arte, de la historia. Tendría que sacar el mapa. Pero justo mientras rebuscaba entre paquetes de cigarrillos, chicles y tickets de café en su bolso, levantó la vista y encontró el camino.

Allí en un pequeño tablón de madera antiguo que bien podría indicar "lechería" o algo parecido en algún pueblo toscano, se leía "Fontana di Trevi". Sujeto con un simple clavo en el lateral de un edificio antiguo que parecía haber sido invadido por los árabes debido a la cantidad de tiendas para liberar móviles, para comprar kebabs y demás artículos "típicamente romanos". Era como sí aquel pequeño trozo de madera se hubiera clavado siglos atrás, y por tradición o ternura nadie hubiese intentado quitarlo. Aquel pequeño tablón había aguantado el paso de los años estoicamente abriendo la puerta de nuevo al maravilloso arte que bañaba la ciudad de Roma.
Siguió la vaga indicación que la llevaba por estrechas calles de suelo empedrado. Esbozó una sonrisa al ver a alguna de las turistas, presumiblemente milanesa, intentando hacer el mismo recorrido clavando sus "stilettos" en el asfalto.

Las callejuelas eran estrechas y apenas había espacio para dos personas pasando al mismo tiempo, serpenteaban sinuosas e insinuantes.
Llevaban al viajero por un pequeño laberinto de fachadas pintadas en tono pastel filtrando delicadamente a cada paso la frescura de la fuente.  

Lo cierto es que aquel camino le resultaba desconocido a pesar de aquella visita años atrás en su viaje de fin de curso. Era una ruta nueva o diferente quizás, quizá era el camino más secreto o el menos transitado. Un estrecho pasaje que escondía una gran sorpresa al final. No vio ninguna otra indicación durante los pocos cientos de metros que separaban Vía Torino de la fontana, pero no hizo falta. El rumor del agua se hacía más fuerte, el aroma del agua fresca con toques de cloro, necesario en semejantes circunstancias, y el rumor de la gente expectante se dejaba oír con más claridad según se avanzaba.  



Al fin llegó. Era como encontrar un oasis en el desierto, un bar al final de una cuesta en agosto, un cigarrillo después de...un café. Era como una puerta hacia la mitología. Escondida, resguardada entre los muros de aquellos edificios, esperaba aquella pequeña maravilla. Sorprendía que la fuente fuese un monumento tan magnífico y reposase en el medio de una pequeña plaza en medio de la ciudad. Tan pequeña de hecho, que bien podría ser una corrala de algún barrio castizo. Las paredes amarilleaban por el paso de los años, y sujetaban sus barandas de forja ennegrecida rebosantes de flores. Las tiendas de souvenirs lucían sus mejores tesoros en grandes cajas expuestas al sol. Los turistas curioseaban, llegando desde los diferentes callejones y mostrando su admiración y sorpresa al llegar a aquel pequeño oasis. El murmullo crecía junto a la fuente, sólo interrumpido por el repiqueteo de las monedas hundiéndose en la fuente portando deseos de amor y fortuna. El agua era azul cristalina, dejando ver las monedas esparcidas en suelo, pequeñas piezas de cobre cargadas de sueños y esperanzas.
Juliett observó desde una esquina, la magnífica confluencia de los incisivos rayos del sol del medio día sobre las aguas turquesas. Las sonrisas de los viajantes se mezclaban con los besos de los amamante. Los deseos se aferraban a cada moneda lazada, los sueños se dejaban volar por algunos segundos. Mirando su guía, Juliett descubrió que aquella fuente decoraba una de las paredes del Palacio de Poti, que posiblemente pasaba desapercibido a pesar de su magnitud, al compartir escenario con algo tan reconocido como la Fontana. Ésta obra de la escuela de Bernini representa una escena marítima entre Neptuno y las aguas del mar, representadas con las formas de dos caballitos de mar, uno dócil y otro más embravecido, como el mismo mar.
Una obra de arte, que no parece estar tallada a partir de un gran bloque de piedra. Parece casi imposible encontrar esculturas de semejante belleza y trabajo artesano en un mundo en el que el diseño minimalista y contemporáneo han tomado posesión de la mente y el bolsillo de muchos.

“no tiraré una moneda, pues eres un deseo constante. No necesito de tradiciones turísticas para desearte. No giraré la espalda a la fuente, por si acaso te pierdo y no vuelto a verte”.


Juliett guardó su cámara y su pequeño cuaderno, y siguió su camino hacia el siguiente tesoro escondido. ¿dónde la llevarían sus desorientados pasos?  
Dejó atrás aquel paraje inmortalizado por Fellini, preguntándose cuántos de aquellos beos de amor perdurarían en el tiempo. Cuántos de aquellos sobrevivirían a la distancia, a los años, a los problemas y malentendidos que rompen las parejas a diario. Y se preguntó si alguno de esos besos, como el que grabó Fellini, sería protagonizado por ella. 


sábado, 19 de abril de 2014

déjame


Dejaré que vivas en mi corazón, sin pagar alquiler
dejaré que anides en mi mente sin arriendo
te permito formar parte de mí sin querer
te permito dejarme de querer

Pero deja que te lleve en el alma
deja que te espere al alba
deja que sueñe contigo
deja que busque tu abrigo

Ayúdame a seguir adelante
no me niegues poder pensarte
no me digas que te olvide
no me pidas que me aparte

dime que en algún momento
mi amor fue tu sustento
dime que no me mentiste
ni jamás herirme quisiste

Cuéntame que aquel suspiro
fue real y no inventado
dime cuando te miro
que lo mucho que me has amado

Sólo déjate ser un sueño
deja que seas mi ilusión
pues siempre serás el dueño
de todo mi corazón


jueves, 17 de abril de 2014

Edredones, pollo frito y otras animaladas.

 

¿Conocéis a algún vegetariano? Ser vegetariano es realmente difícil. Lo primero, e difícil encontrar variedad de derivados de soja o productos que no sean de origen animal en España, un país que tiene por himno nacional las trompetas de una corrida de toros y que considera al jamón serrano la base de la pirámide alimentaria. A pesar de los buenos propósitos de los supermercados de origen ecológico y de la gran variedad de frutas y verduras que encontramos en las tiendas, los cierto es que ser vegetariano no es fácil ni barato. Es más barato consumir un filete o pollo que conseguir hamburguesas vegetales o un poco de tofu. Pero una vez que se encuentra el lugar idóneo donde hacer la compra, la batalla no ha terminado. Después hay que enfrentarse a la familia y a los amigos que no entienden el porqué no comes jamón, chorizo o solomillo.; productos que consideran la ambrosía de los dioses. Además de tener que explicar los beneficios del vegetarianismo, los escasos riesgos si se lleva una dieta sana y las múltiples ventajas de no comer carne, está el problema de la mera incomprensión. Esta actitud es la más perjudicial y peligrosa en cualquier ámbito. Si se ignoran los beneficios de una práctica como ser vegetariano, se pueden explicar y hacer entender. No se compartirá la misma visión, pero al menos se aceptará. Pero aquellas personas que simplemente se niegan a escuchar otro punto de vista y que, no sólo no lo entienden, es que ni siquiera lo respetan. Pues bien, esta entrada va dirigida a ellos, a todas las personas que pasean abrigos de piel, que se abrigan con edredones de plumas animales, que bien una existencia carnívora sin pararse a pensar la repercusión que ello tiene en los animales. Aquí van algunos de los ejemplos más sádicos de cómo el hombre obtiene los productos que consume. (No olvidemos que los animales tienen sentimientos, y ni siquiera  somos capaces de darles una muerte digna)
Edredones de plumas de oca, para conseguir estos edredones y mantener el culito caliente en invierno, a las ocas se las despluma de dos a tres veces en toda su vida arrancándoles las plumas con tantísimo dolor que muchas de ellas mueren durante el proceso. 

Abrigos de piel, la mayoría de los animales que sirven para hacer abrigos tienen una piel tan sensible que se echa rápidamente a perder. Por ello, se les arranca la piel a tiras mientras están vivos para que a través de su dolor y consecuente muerte, alguna reinona luzca un abrigo. Y a eso se le llama moda, a llevar un cadáver a los hombros. 

Para abastecer a la gran cadena KFC, las granjas de pollos se han mecanizado de tal forma que los pollitos pasan por cintas de montaje, cayendo de plataforma en plataforma rompiéndose incluso las patas y el pico en la caída hasta llegar al lugar donde serán desplumados, descuartizados y enviados a algún grasiento restaurante para dejar su alma entre los dientes de alguien. 

Para conseguir ese preciado foie francés, a las aves se les mete un tubo por la boca para inflarlas de tal forma a base de grasa que adquieran una cirrosis que las mate y de lugar así al manjar. Así que cuando se disfruta de un poco de foie y se ve ese tono amarillo por encima, es posible que sea la dolorosa cirrosis que fue la causa de la muerte de algún ave en algún lugar del mundo. 

Y para terminar con esta pequeña lista, los toros. No hace falta decir que como espectáculo es algo tan deleznable como salvaje. Pero para empeorar esta situación, la carnicería que se práctica en las corridas, se aplaude como si fuera una gran hazaña. Es repugnante, sencillamente asqueroso y cruel. 

Dado que el ser humano está al final de la cadena evolutiva, se cree con derecho a hacer según le plazca con cualquier ser vivo que corra por la madre tierra. Si el mundo está así ideado, sí se puede aceptar el consumo de animales para la supervivencia. Pero lo menos que se puede esperar de los seres con el cerebro más desarrollado es tener al menos la compasión y el respeto por los animales que éstos se merecen. 

Ojalá la gente se lo piense más de una vez la próxima vez que coma foie, o compre un abrigo de piel o una figura de marfil. Pues detrás de todas estas cosas tan innecesarias se esconde el sufrimiento de una animal inocente. 
Quieres tener un animal en casa, no compres un abrigo, adopta un perro. 
Te gustan las ocas, monta un estanque en el jardín. 
Consumes pollo, que sea ecológico. 
Un pequeño gesto para devolver la dignidad a esas pobres criaturas.



viernes, 11 de abril de 2014

No sin mi terraza!!, ahorrando para la temporada de verano



Ya hemos dado el pistoletazo de salida a esa primavera que a pesar de haber empezado el pasado marzo, se ha resistido a llegar. Pero parece que, si las cosas no cambian, esta semana santa gozaremos de un buen clima que impulse la economía costera con hordas de turistas sedientos tras horas tocando el claxon en la carretera hasta llegar a su destino. 
El perfil del turismo en España ha cambiado a los largo de los años. Tiempo atrás, la semana santa era la excusa perfecta para hacer una escapada urbana fuera de España y deleitarse con el arte de Florencia, el modernismo de Berlín, la belleza de Londres o las fragancias holandesas. Un puente perfecto para gastar ese dinerito ahorrado tras la terrible cuesta de Enero que azotaba a la economía familiar tras los excesos navideños.  Pero con los tiempos que corren, no han sido suficientes los intentos de webs como "atrápalo" y otros buscadores de descuentos por sacarnos del país. El turismo se interioriza. Y volvemos a lo tradicional, al pueblo. Ya sea de los padres, de los abuelos o de los colegas, o algún lugar que ni siquiera hayamos visitado, hacemos el petate y nos aprovechamos de esos cimientos rurales que no requieren más gasto que una bombona de butano. Además teniendo plaza en medio del pueblo, tendremos bares y por tanto terraza. Esa es la clave para disfrutar del ocio. Podemos recortar todo tipo de gastos  pero que no me toquen la terraza. 
Para salvar un poco nuestra economía personal, hacemos malabarismos  para estirar el sueldo lo suficiente para pagar por el desayuno diario en el bar de camino al trabajo; el café de media mañana; la cañita de antes de comer; la consecuente comida regada posiblemente, con el elixir de Baco; las cañas de después del trabajo, pues ha sido un día durísimo; y por supuesto las cañas sociales de Viernes en sol, de sábado por el barrio o Huertas antes de salir o bien por la Latina después de merodear por el Rastro. Pero esa inversión social, tiene un alto precio. Aunque desde hace tiempo, los lugares como los "100 montaditos" o "la sureña" nos echan una mano con sus reducidos precios. Cómo reducir el gasto entonces, parece el principal problema a resolver. Tras meses de crisis hemos desarrollado infinidad de pequeños trucos caseros para ahorrar algunos euros en las compras cotidianas. 
Compramos en supermercados Día por ejemplo, que es barato y muy práctico. Tanto como sus abre fácil", que se abre tan bien que cuando que cuando quieres abrir un paquete, te estalla en la cara. ¿fácil no?
O bien compramos en Carrefour que no cobran por las bolsas ni los portes, y son muy ecológicos. Te dan unas bolsitas que cuando llegas a casa se han desintegrad solas. 
IS hay que ahorrar en luz, ponemos velas, o hacemos las tareas que requieran luminosidad durante el día para poder apagar las luces en cuanto oscurece o no darlas. O bien poner unas velas, que queda muy bohemio. 
S queremos ahorrar en transporte, nos vamos andando, que así hacemos ejercicio y no pagamos por el gimnasio. Que, como todos sabemos, el dinero que pagamos es casi una subvención pues nunca vamos de todas formas. 
Las pelis en el cine, no. Si acaso, el día del espectador, que nos las podemos descargar gratis. 
La música y los libros, de descarga. Que la SGAE se lleva mucha pasta. 
Pero si queremos ahorrar de verdad, sólo hay que ser tradicional. 
Que se celebra algo, pues en casita con picoteo casero, que viste mucho y cuesta poco. 
Que tenemos vacaciones, pues al pueblo de los abuelos. 
Que queremos comer fuera, a casa de los papis.
Que hay que renovar el vestuario, pues renovamos la ropa, que con decir que es "vintage", nos vale. 
En fin, todo ello sumado a los cambios de compañía de teléfono, gas o electricidad en busca de las mejores tarifas. 
Y con ello vamos manteniendo el nivel de "cash" necesario para las cañitas y sus parientes. Porque estamos en crisis, porque la vida no nos ha dado lo que queríamos, porque hay que ahogar las penas, porque pase lo que pase, sabemos disfrutar de la vida. 

Bottoms up!!

miércoles, 9 de abril de 2014

¿son los sueños un lujo o un bien de primera necesidad?

Si Calderón dijo que "los sueños, son sueños son", me pregunto qué diría ahora que vivimos en unos tiempos tan difíciles en  los que soñar es un lujo. La vida se basa en los sueños, más o menos importantes, más o menos realizables, pero lo cierto es que nos pasamos la vida soñando. Nada malo en ello podemos encontrar, a menos que esos sueños no se han realidad. quizá la excesiva exposición a las películas animadas, a los dibujos, a los cuentos, nos hacen creer que la vida nos dará todo aquello que deseemos, no sin antes trabajar duro para conseguirlo, pues como las moralejas, y los padres, se encargan de enseñarnos, nada hay que no requiera esfuerzo. 
Quizá esa sea una de las primeras mentiras que encontramos en nuestra tierna infancia, ya que los padres, en un intento por enseñarnos el verdadero valor de las cosas, nos hacen creer que todo merece esfuerzo, que la recompensa por el trabajo bien hecho es más gratificante que lo que no ha requerido ningún esfuerzo. Pero al crecer te das cuenta de que, mientras aún estás persiguiendo tus sueños y trabajando curo para hacerlos realidad, hay gente que consigue lo que se propone sin merecerlo, sin trabajar por ello, sin esforzarse. Véanse los famosos de medio pelo que por contar el último polvo con otro de su calaña, se embarcan en carreras de las que no sabían ni si se estudiaban en la universidad. Famosillas que escriben blogs, aunque sea para copiar a otras, cantantes de poco éxito que diseñan ropa, golfos de profesión o "niños de papá" que escriben libros, aunque tengan a un equipo de "ghost writers" detrás.... En fin, lo que es el intrusismo de toda la vida. Puede decirse que ellos han cumplido sus sueños, mientras otros siguen peleando por ellos. 
Pero eso no nos desanima, seguimos al pie del cañón, planteando metas, imaginando destinos, ideando planes de vida. Algunos los conseguimos, oros no, pero eso nos hace dejar de soñar. 

Pero como decía toda la vida se basa en soñar. Por mucho que la gente predique con la famosa frase "Carpe Diem", que han oído alguna vez en un libro o en una página de citas famosas, lo cierto es que realmente se encuentran muy pocas personas que dirijan sus vidas en base a esta filosofía. 
¿cómo es posible vivir al día en un mundo en el que debes empezar a pagar una hipoteca nada más terminar la universidad, dónde lo del año sabático parece un mito de la historia de un país, donde las familias han de ayudarse más que nunca para pagar las facturas? Y eso sólo por nombrar algunos ejemplos. Antes buscabas trabajo, y podías darte el lujo de seleccionar el que más te gustase, el mejor pagado o darte “le capricho” de solicitar un aumento de sueldo al considerarte un candidato más que válido para el puesto. Ahora, te conformas. Te ofrecen menos que a tu compañero por llevar menos tiempo en la empresa, y te resignas. Te dan menos opciones que a tus homónimos en otros países, y te aguantas. Te cambian el horario para cubrir turnos que antes llenaban otras personas, y te consideras afortunado por tener más horas aunque sólo veas a tu familia cinco minutos a la semana.  Todo ello hace difícil soñar.
Pero aún así, mantenemos la esperanza de que haya algo más allá de lo que la realidad nos pone delante.

Llamémoslo religión, en algunos casos; digamos que son quimeras; pongamos que son esperanzas. EL caso es que sin sueños no podemos vivir, pues la vida sería demasiado triste sin esas pequeñas o grandes ideas que nos hacen luchar cada día, que nos hacen levantarnos y pensar que las cosas serán mejor.
Al igual que la niña que sueña con ser princesa; el niño que sueña con ser futbolista; la joven que quiere ser actriz; el muchacho que aporrea una guitarra pues quiere ser cantante; las mujeres que sueñan con la igualdad; los hombres que sueñan con…. Mejor dejémoslo ahí.
Todos tenemos sueños, y cuando no se cumplen fabricamos otros con la imaginación y el deseo de mejorar aquello que no nos gusta. Pues al final, es lo único que nos queda, soñar. Despiertos o dormidos. Necesitamos pensar que la vida nos recompensará, ya sea en este mundo o en el siguiente, que nos dará finalmente un premio al esfuerzo, un Óscar honorífico a una vida de sacrificios que nunca nos dio premio alguno.
No se sé si conseguiré mis sueños, pero nunca dejaré de tenerlos. 


“los viejos sueños, fueros buenos sueños. No se realizaron, pero me alegro de haberlos tenido”. 

Los viajes de Juliett, Roma 2a parte

La ventaja de moverse por una zona turística era poder disfrutar de comida, bebida y compras las 24 horas del día. Su intención era volver a la “Piazza della República”, hacer una pequeña parada y continuar su recorrido después de reponer fuerzas con una buena taza de café. Apenas eran las 10 de la mañana y la ciudad había despertado completamente. Las calles habían sido limpiadas temprano y conservaban algo de gélida y fresca humedad. Se sentó en un banco frente a la cafetería donde le sirvieron uno de los mejores cafés que había probado en mucho tiempo. Y sorprendentemente era del McDonald. Bendita globalización, pensó esbozando una sonrisa. Se sentó con el café a un lado y encendió un cigarrillo. Sacó su cuaderno y anotó los lugares que había visto aquella mañana. No confiaba en que la memoria le ayudase a recordar tantos nombres, historia, datos… Tanta información no debía perderse en el abismo del olvido. Quería recordar cada instante, pues algún día leería esas notas y contaría su historia. Y recordaría sus viajes, las calles, las vistas, los olores. Se imaginó una pequeña mesa de madera junto a la ventana por la que entraría la luz de una mañana de primavera. Y allí sombreadas por las inconexas figuras de las plantas asentadas en el alfeizar, descansarían sus notas, sus fotos sepias, su taza de humeante café que le abriría la puerta a la consciencia cada día.

La “Piazza de la república” fue construida como símbolo de la transición entre la Roma clásica y la moderna. Su diseño sigue la línea de una exedra y se asienta sobre un antiguo complejo termal, como tantos otros en Roma. La plaza está presidida por la fuente de las Náyades, Fontana delle Naiadi, que fue motivo de controversia en su inauguración por lo que tuvo que cubrirse. Le recordó a la fuente de Cupido en “Picadilly Circus” en Londres, un lugar de encuentro para muchos del que se dice que induce al amor a aquellos que se encuentran en la perspectiva de dicho ser mitológico. Cuantas historias, mitos y leyendas se esconden entre los muros de una ciudad antigua.
Juliett se sintió fascinada por los colores de aquella pequeña plaza, quizá también pasase desapercibida al ajetreado turista cuya única intención era conseguir un par de instantáneas junto al Coliseo. Esa era la ventaja de pasear sin rumbo, el poder descubrir los secretos de una ciudad, esos “pies de página” de las guías de viaje que se hacen pequeños huecos entre fotografías y leyendas de los sitios más típicos de cualquier lugar.
Las fachadas no parecían notar el paso del tiempo como tantas otras en Roma que mostraban su tez marcada por los años, las risas y las penas.   
Un pequeño puesto callejero, ojo avizor de turistas sedientos de algo caliente. Anunciaba sus cafés y chocolates en busca de nuevos compradores.
Juliett tomó un café, que resultó ser mejor de lo que cabría esperar de una cafetería asentada sobre unas ruedas no más grandes que las de una bicicleta. Solía pagar poco por los alojamientos, pero el café se llevaba siempre la mayor parte del presupuesto.
Unas fotos más, de esas que a veces apetece sacar en color sepia, sólo pensando en lo bonitas que lucirían en un pequeño marco sobre la mesita del salón. Un recuerdo pigmentado, una memoria dorada.


Se dejó llevar por aquella calidez que sorprendió a los transeúntes que cargaban sus abrigos de Diciembre en la mano en ese sol tan inesperado. Bajó por Vía Torino y admirar los impresionantes mosaicos de Santa María Maggiore, una de las cuatro basílicas patriarcales que eran consideradas como punto de peregrinación y culto por su especial conexión y simbolismo religioso. Su fachada del siglo XVIII, su cúpula piramidal, siendo la más alta de Roma, su vasto interior barroco, los mosaicos decorativos…. Juliett pensó en la magnificencia de las construcciones antiguas y el decaimiento de la era moderna. Sí que es cierto que muchos de los nuevos edificios, como las “torres de Plaza de Castilla” en Madrid, los rascacielos de Londres o Nueva York, o los grandes complejos vacacionales e instalaciones deportivas de todo el mundo representan la innovación y la tecnología más puntera de la era moderna, pero aún así, viendo aquellas maravillosas edificaciones que se habían conservado durante siglos casi en perfecto estado y habían sido construidas con los mínimos medios, Juliett pensó en la grandeza y laboriosidad de las mismas.
Siempre se había sentido atraída por las antiguas construcciones, por la arquitectura griega o la romana, por la relativa imposibilidad de montaje y alzamiento de las mismas, por el trabajo que escondían tras sus columnas. Juliett pensó en la facilidad con que en la actualidad se podía conseguir cualquier cosa, en un mundo donde sólo uno mismo ponía los límites, donde sólo la mente podía poner trabas a la realización de los sueños. Juliett pensó en sí misma. 


Allí frente a uno de los más hermosos mosaicos del ábside, de Jacopo Torriti, Juliett pensó en sus propios límites. Allí estaba, en una de las ciudades más hermosas del Mundo, punto de peregrinación de miles de ansiosos turistas cada año que buscan el arte en su más pura expresión, en la cuna de la cultura donde se asientan muchas de las bases de la cultura occidental, Y estaba sola. Nada podría detenerla, no había límites, sólo ella misma. Ante un largo camino por recuperarse, por derribar barreras, por encontrar su sitio en el mundo y ser quien siempre quiso ser.

Pues depende de uno mismo llegar a la meta en esta obstaculizada carrera que es la vida.  

sábado, 5 de abril de 2014

¿Las limosnas son racistas?

Cuando era pequeña e iba al colegio, hacíamos campañas de recogida de alimentos para los niños pobres o mercadillos solidarios que subvencionaran algún proyecto humanitario... o el nuevo campo de football. En mi  inocencia infantil llegaba a casa preguntando a mi madre por las cosas que podía coger de la despensa para llevarlas al colegio. Hasta aquel acto solidario se convertía en una competición, por llevar la caja de alimentos más grande de la clase. El lema era "pa´solidaria yo"!. Pero en el fondo era un acto de amor y pura creencia en que cada grano de arroz donado, cada lata, cada paquete de lentejas llegaría a algún niño o a su familia que tenían mucha necesidad, allá en algún lugar recóndito de África. La pobreza era algo lejano que no parecía haber llegado a España. Pero según vas creciendo, la forma en que se ve la pobreza cambia. 
En los difíciles tiempos que nos ha tocado vivir, ser pobre se está convirtiendo en una desafortunada profesión. Lejos quedan las limosnas a los esporádicos acordeones del metro, o las monedas a alguna persona que se acercaba en una terraza. Ahora la gente pide en la calle desde por la mañana hasta por la noche, parece casi como un trabajo de oficina con horas extra. Cada día tomo el metro a las 9 en Iglesia y veo a una mujer intentando vender el mismo ejemplar de "La Farola" que ha intentado dar durante meses. No importa que haga frío o calor, ella está ahí, poniendo su mejor sonrisa, ofreciendo su periódico o un paquete de pañuelos. Agradeciendo con genuina sinceridad algún café que le den, o una bolsa de ropa. Tan poco lo que pide, tanta gente que pasa a diario a su lado. Tan pocas ganancias cada día. 
Y ese es, obviamente uno de los innumerables casos que a diario se cruzan en nuestro camino. Raro es entrar en una cafetería y no ver a un pobre muchacho a la puerta solicitando la caridad de las vueltas del bollo de por la mañana. Montar en el metro se ha convertido en una especie de batalla por entrar en el vagón y amenizar a los viajeros con música o canciones. O incluso representaciones teatrales, como pude ver en la línea 7 hace unos días de la mano de dos jóvenes vestidos de juglares declamando versos con tal gracia que hicieron reír a todos los pasajeros. 
Y no es fácil arrancar risas estos días. 
Es algo que tristemente forma parte de la vida diaria; la pobreza, la miseria, la vergüenza del que pide por qué no ha tenido otro remedio y agacha la cabeza solicitando una ayuda. 
A veces tienen suerte, a veces no. 
Pero lo más inquietante es que hasta en este entorno se  está fomentando una ley de oferta y demanda, se está creando todo un plan de marketing para conseguir una limosna, poniendo la creatividad y el ingenio a disposición de las limosnas potenciales. 
Por ello no es raro pasear por Callao y ver carteles escrito a mano que dicen "una limosna para cerveza", "me apetece tomar algo, ¿me compras una birra?
Las viejas frases solicitando ayuda en el nombre de Dios, o mencionando a la familia han quedado atrás. 
"desahucio, crisis, empresario arruinado..." son algunos de los vestigios que esta terrible crisis ha dejado. 
Pero hay una frase que me llamo especialmente la atención. "matrimonio ESPAÑOL pide una ayuda", en mayúsculas. Y no fue la única. "joven español", "mujer española" son algunas de las denominaciones que se pueden ver en la calle, y no en anuncios de citas, sino en pequeños cartones o cartulinas que buscan la solidaridad de los transeúntes. 
Será que para pedir limosna, la gente prefiere decir que son españoles para evitar la confusión racial, o bien es que a los benefactores les cuesta menos dar dinero a los naturales del país que a los extranjeros. 
¿son racistas las limosnas?