martes, 28 de enero de 2014

cuéntame esa historia


Cuéntame esa historia ahora
la de las copas de vino 
las noches de rosas
y los juegos del destino. 

No hay mucho que contar
pero tanto que olvidar...
Esta es la historia, 
que nunca quiero proclamar. 

Terminamos unos vinos
oscuros, como sus ojos felinos.
Era un vino peleón,
que te vuelve vulnerable a la primera libación. 

Bailábamos entre la gente
envueltos en las luces de la noche 
en los susurros de la mente,
entre el ruido de los coches.

Tintineos del cristal,
y un pálpito más fuerte de lo normal.
No hace falta que te cuente 
que la noche... no termino inminente.

Sólo hizo falta una mirada,
medio ebria, medio apasionada.
Me deseaba, yo le quería. 
Me intrigaba, nunca me respondía.

Y así fue pasando la noche
con demasiadas copas
con algunas sornas
y ningún reproche.

Un sorbo más de vino, 
e iría por su camino.
Así que como te digo
sucumbí a mi destino. 

Una asiática rosa 
un juguete por un euro
un camino hasta casa
una encuentro de ensueño

Pero tras una gran noche
llego un frío amanecer
y vinieron los reproches
y los aviones por coger

Así que ahí estamos
decidiendo qué hacer
si seguimos o nos vamos
y nos dejamos de ver

Pero dices que le quieres, 
que no puedes vivir sin él. 

Así es y así lo siento
pero sé que le voy a perder.

Escucha este consejo:
no le dejes escapar
o mirarás al espejo
y te pondrás a llorar

¿Me dices que olvide todo
por no dejarle marchar?
¿que cambie ahora mi destino
y le vuelva a llamar?

Sólo digo que la vida
está para disfrutar
que si amas tanto a alguien
no le dejes escapar.


haber amado y sufrir, es mejor que no amar y sin amor morir

En la oscuridad de la ruptura
 el brillo de una foto alumbra.
Con gotas de recuerdo caídas
de unos ojos a los que ya nadie mira.

Piensas si fue un error
Te arrepientes por decir adiós.
Deseas no harberle conocido,
así tu corazón, no estaría descosido.

Piensas si te equivocaste
crees que la razón abandonaste.
Te perdiste en ilusiones,
no contaste con las equivocaciones

Piensas si no hubiera existido,
aquel amor que llevabas contigo.
Si la vida sería más fácil
estando sola, sin estar tan frágil.

Piensas que no volverás,
a amar de la misma forma.
Que nadie te podrá llenar
ni ser de tu pie la horma

Piensas porqué has de sufrir
si ya no está junto a ti.
Quieres dejar de sentir,
y no volver a verte así.

Pero piensas que el amor
no conoce de condición.
Igual que te llena de ilusión
te deja muriendo entre decepción.

Pero al menos si has sufrido,
es por haber amado.
Es peor no haber sentido,

y morir, sin el amor haber encontrado. 

bailes latinos para hacer ejercicio y quemar calorías en casa

Recomendado para moverse en casa. Una mezcla de ritmos latinos para hacer ejercicio sin cansarse y pasándolo bien. A disfrutar!
Los pasos de salsa y merengue, así como los ritmos de Zumba o BAtuka, son el ejercicio perfecto para practicar el ritmo, pasarlo bien y quemar calorías. Es importante que durante el baile se mantengan las piernas flexionadas para hacer más fuerza en cada paso. Se le puede añadir intensidad sosteniendo unas pesas de 1 kg en cada mano o unas tobilleras que añadan medio kilo a cada paso. Además, para tonificar, se pueden usar pantalones de neopreno para sudar y eliminar toxinas durante el ejercicio.  Todo ello se puede encontrar en cualquier tienda de deportes o Fitness como Decathlon:

http://www.decathlon.es/C-1091468-material-de-gimnasio
Para consultar que movimientos son aconsejables y efectivos se puede consultar alguna lista de reproducción en You tube como esta:
http://www.youtube.com/watch?v=spuLCimCtrM

Si os apetece bailar sin seguir los pasos, simplemente moviéndoos al ritmo de la música, esta lista de éxitos os animará a hacer ejercicio.
http://www.youtube.com/watch?v=pwkuKOXeeKs&list=RDkMNPv_HXffQ

Rupturas y otros descosidos

Somos victimas del drama
de mensajes malinterpretados
de dobles significados
del debate entre ... o dama

Es lanzarse la eterna cuestión
sin dar lugar al remordimiento.
Con deseo conteniendo
reprimiendo, la intrínseca emoción.

Es la edad sabiduría,
o sólo más arrugas, a la luz del día
son los líos y mentiras
lo que hacen tan dura la vida

Y esos dobles sentidos
esas palabras ahogadas
esos mensajes emitidos,
esas ganas controladas.

Esas noches en vela
aguardando una llamada
esos días de cuatela
esas lágrimas saladas.

Decepciones y rechazos
que endurecen las costuras
añorando los abrazos
sobreviviendo a las rupturas. 

lunes, 27 de enero de 2014

El verdadero amor es para siempre, la ilusión fenece, el recuerdo permanece

Nunca dijo sí al oído
se ahogó en un no vespertino
veías la pena en sus ojos
de un maldito destino.

Tenía un secreto amargo
que en sus labios moría al hablar
Con remordimientos a su cargo,
paseaba sin rumbo, sin pensar.

Nunca confesó su amor
y arrastró su pena en los años
en tardes de té frío
y noches de colchón vacío

Llorando despertó más de un día
en mañanas sin luz, sin alegría
y madrugadas sombrías
clamaba por lo que ya no tenía.

Sentía una punzada en las sienes
cuando su nombre decían
sentía el dolor ante quienes
ni siquiera llorar podía.

Guardaba una coja de fotos
de recuerdos de su amor roto
una caja de ilusiones
que los años hicieron jirones

No tenía más ilusión
que la vida le diese el perdón
no tenía más remedio
que en su recuerdo
seguir viviendo. 

sábado, 25 de enero de 2014

Era sólo una más, un alma perdida en el mar.

Con la cabeza agachada
entró en el metro aquel día
deseando tener otra vida
arrastrando años de oportunidades perdidas

Sus ojos llenos de inviernos,
Sus mejillas, de primaveras rosadas.
Con sus cabellos antaño dorados,
mientras todos la observaban.

Alzaba una mano trémula
al frío aire de aquel vagón
pedía una ayuda discreta
diciendo sólo "por favor".

Sólo encontró otras miradas,
algunas decepcionadas,
otras, mas asqueadas
Otras, ni siquiera miraban.
.
Muchas se escurrían,
en libros y revistas se perdían
No miraban hacia arriab,
desde sus burdas tecnologías.

Con paso lento y tembloroso
cargaba su pena en el bolso
un monedero vacío
un vagón de corazón frío.

De punta a punta lo recorría
con la poca esperanza que tenía
con una reverenciaa suave,
cualquier limosna agradecía

Llegó al final del vagón
con la mano medio vacía
aquel día ganó el egoísmo,
del que ayudar no quería.

Era sólo una más
un alma débil perdida en el mar
sólo una pobre anciana
que la vida no quiso ayudar

Y cada día recorre
 alguna línea de metro
amparada en el consuelo
de encontrar monedas en el suelo.


Recomendado: Lory Meyers

Lory meyers. U grupo que poco a poco ha conseguido hacerse con más seguidores. Una mezcla de la música Indie con guitarras suaves y letras de contenidos varios. Un grupo fresco con letras variadas que escapan a la metáfora, a veces incomprensible, de similares grupos y a la continua decepción amorosa que invade poemas y letras de canciones. Variado, fácil de escuchar, uno de esos grupos que te acompañan en el coche o sazonan el guiso al cocinar.
Aquí lo dejo
http://www.youtube.com/watch?v=2ssAbLzNECo&list=PLE85AA798281655FD

viernes, 24 de enero de 2014

Recomendado: Rasamund Pilcher

Autora británica de lo que muchos denominan "novela romántica". Pero esta autora original de Cornualles, consigue a través de sus libros un romanticismo que escapa al concepto tradicional de dicho estilo. Su arte al describir las escenas cotidianas en el más puro ambiente inglés, transportan al lector a un mundo con esencia de té, vistas de casas de campo y la elegancia de Inglaterra de mediados de siglo en estado puro.
Su libro más famoso, convertido en Best seller a nivel mundial es "los buscadores de conchas". Tras su publicación en 1987, la carrera de esta autora contemporánea dio un cambio total convirtiendose en una de las más reconocidas y admiradas escritoras de su tiempo. Así mismo la reproducción televisiva en Alemania de muchos de sus cuentos, la catapultó al podio de la fama. Es además una de las escritoras más traducidads y vendidas en todo el mundo, y cuenta con más de veinte fabulosos títulos
EL libro que recomiendo hoy es "Coming home", en español traducido como "el regreso". un magnifico ejemplo de la elegancia de la señora Pilcher que describe magistralmente la vida y sus cotidianidades enmarcados en la belleza tranquila del paisajé inglés. Una historia de amor oculta tras humeantes tazas de té, sandwiches de pepino, y galletas de mantequilla. Los deseos, las ilusiones, las pasiones, todo ello oculto bajo el manto del protocolo inglUs y el manerismo llevado al extremo. una conmovedora historia de dos chicas que se conocen durante su estancia en un colegio como interinas.  A pesar de las diferencias sociales y económicas que las separan, la amistad las unirá mientras exploran el mundo que, al comienzo de sus años adolescentes, empieza a abrirse ante sus ojos.
Altamente recomendado.  

miércoles, 8 de enero de 2014

Los viajes de Juliett: Roma 2a parte


Una nueva aventura comenzaba temprano en Roma. A diferencia de la paz de Milán en la que sólo el sonido de una cafetera rompía el silencio del amanecer, parecía que en roma la vida despertaba sumida en medio del tumulto. Juliett despertó en aquella habitación y comprobó que estaba sola. A veces en los hostales se recibían visitantes durante la noche que habían aprovechado alguna tarifa reducida de viaje y habían llegado tarde a su destino. Ese no era el caso. Juliett miró alrededor de la oscura habitación y comprobó que nadie dormía en ninguna de las camas. Hacía bastante calor para ser Diciembre, posiblemente la lluvia que le dio la bienvenida el día anterior había templado la temperatura. Se levantó y fue a la ventana. No daba a la calle sino a uno de esos patios de luces, típicos en las casas antiguas. Siete pisos de ventanas y contraventanas algo oxidadas se miraban de frente en aquel patio. Situado sobre un tragaluz en el que ya se distinguían borrosas figuras que atravesaban el vestíbulo. Con algo de dificultad Juliett consiguió divisar el cielo y comprobó con una gran sonrisa que no había ni una sola nube que enturbiara aquella fresca mañana. Ya se oían cafeteras anunciando café recién hecho, ollas y sartenes preparando los desayunos, lavadores en funcionamiento, y llamados en italiano para tomar el desayuno. Eran apenas las 7 de la mañana y todo el edificio parecía haber despertado temprano aquel martes.

Juliett no podía contener las ganas de recorrer la ciudad. Ya que los días de invierno tenían menos luz natural, y la idea de pasear de noche por una ciudad más o menos desconocida estando sola no le resultaba demasiado atractiva, Juliett quería empezar el día lo más rápidamente posible. Aún no había penado cual sería la primera parada pero sentía que alguna señal se presentaría en su camino en algún momento para indicarle la ruta.
El baño del hostal era enrome y tenía una ventana por la que entraba mucha luz, y aparentemente mucho aire también. Pues con aquella decoración blanca y la ligera brisa que se colaba por las rendijas de una ventana que había visto muchos inviernos, aquel baño parecía el polo norte.
El hostal incluía el desayuno, y por el precio que había pagado no esperaba que fuera precisamente un buffet. Tomó uno de los ticket que le habían dado en la recepción el día anterior para canjear por su desayuno en el bar de al lado. Algo extraño pensó, pero por otra parte la promesa de un café recién hecho en cafetera de bar y no salido de una máquina que tan pronto servía chocolate como zumo, le pareció interesante.

Oh my god! Fue lo primero que pensó al entrar en el bar. Parecía que se encontraba en el bar Sol cerca de la plaza mayor de Madrid, donde la gente hace cola para pedir un bocata de calamares. Por un momento pensó que se encontraba en Madrid. Aquel lugar de paredes amarillentas y olor de frito impregnado en las paredes era una réplica exacta de un bar de “toda la vida” de Madrid. Los únicos invitados a tan gran emplazamiento eran, presumiblemente, los clientes asiduos al carajillo de por las mañanas. 
Al fondo del bar había unas mesas dispuestas con dos servicios de café cada una y un cartel que leía “hostal Papaya”. Esa era la zona de desayuno, no era exactamente un buffet pero en algo se parecía. Cada huésped tenía que llevar su taza a la barra para pedir un café al camarero. Todo un “self service”. Juliett pensó que no era el mejor lugar para intentar su italiano pero no tenía nada de lo que avergonzarse por otra parte, pensó.
“Buongiorno, Cappuccino per favore”. Consiguió decir al camarero.
“Presto signorina”, respondió el camarero. Al igual que la ventana de la habitación, él también había visto muchos inviernos. Tenía las manos grandes y la tez bastante arrugada. Pero su voz grave y su constante sonrisa le daban un aire afable, de típico abuelo que todos quieren tener.
Juliett tomó su café y el bollo que estaba incluido en el desayuno. Pensó en solicitar una fruta en lugar de un bollo pero, ni sabía decirlo, ni creía que hubiese fruta alguna en aquel local más que las rodajas de limón para los refrescos.
Tomó el desayuno mientras miraba su guía de Roma. Encontró en el mapa la crucecita que indicaba su hostal y empezó a mirar lo que había alrededor. Había tanto que ver que no sabía por dónde empezar. Así que decidió no establecer ningún rumbo fijo durante la mañana y dejarse absorber por la ciudad. Simplemente daría un paseo y dejaría que la ciudad la guiase.
“Grazie, arriverderci” dijo mirando al camarero al salir.
Grazie, buona giornata” Le devolvió el camarero con una simpática reverencia de cabeza.
Bajó por la “vía Castelfidardo” en dirección a Termini. Un punto de partida en el que situarse y emprender aquella desconocida ruta.
El hostal, a pesar de estar en una calle no más larga de lo que dan de sí cuatro portales, estaba rodeaos por importantes edificios, propios del sistema de un país. Esos edificios que no siempre tienen la oportunidad de aparecer en las guías turísticas pero que por lo general son algunas de las construcciones más hermosas y arquitectónicamente bellas de toda ciudad. Quizá no se pueda ver más que la fachada pero siempre serán una magnifica fotografía. Juliett giró a la izquierda al final de “vía Castelfidardo” y se encontró con el primero de estos pequeños diamantes que pasan desapercibidos ante los ojos ansiosos por llegar al “Coliseo” o “la Piazza Navona”. Era el “Ministeri del Bilancio e Tesoro”, o en otras palabras el ministerio de hacienda. 


Una visita poco usual en los viajes pero que siempre expone algunas de las esculturas, fachadas o acabados mas elaborados de las ciudades. En Roma, no podía ser de otra manera. La fachada de ladrillo, era simple y estaba pulcramente limpia, se agradecía no encontrar pintadas o exabruptos decorativos junto a la entrada. Quizá el sistema financiero italiano fuese algo más benévolo que en España, o quizá no. EL ministerio se elevaba tres plantas, dejando a la vista varias columnas de estilo griego en la fachada y tres grandes portones de madera se erigían sobre el suelo invitando a la gente a depositar allí su dinero. Tras esta breve visualización de la “hucha” de Roma, Juliett fue en busca de su segundo edificio. Pensó en retrasar la visita a los lugares más destacados hasta la tarde  
Rodeó el ministerio por la derecha y se acercó a echar un vistazo a la Biblioteca Nazionale Centrale di Roma.

 “Un amplio edificio que ocupaba la mayor parte de “viale del Castro Pretorio” y “viale dell´Univerzita”. La cuna de la sabiduría italiana estaba contenida en aquel edificio de corte moderno que bien podría pasar por una de las frías facultades de la Universidad Complutense de Madrid. Con más de un siglo de antigüedad y sus siete millones de textos escrito, entre los que destacan 8000 manuscritos y 25000 volúmenes del siglo XVI, la biblioteca es uno del centro neurálgico de la ciudad. Es una de las dos bibliotecas nacionales de Roma y alberga miles de estudiantes cada año que buscan abrirse paso en el camino hacia la sabiduría”. Escribió Juliett en su cuaderno. A veces le gustaba jugar a que era una de esas reporteras de la televisión que pasan u vida viajando conociendo gente de todo el mundo y abriendo los ojos del mundo a otras culturas.
Pensó en la cantidad de estudiantes que se veían inmersos en la lectura de grandes tomos didáctico que explicasen los principios básicos de la carrera escogida. Se preguntó cuántos estarían satisfechos con u elección, o cuántos habrían optado por un cambio, o cuántos seguirían buscando su camino profesional, o personal.
Entró en el edificio, dejando algunas inquisidoras miradas atrás. El edificio parecía nuevo, a pesar de su relativa antigüedad, y mostraba todas las comodidades modernas, impropia de un edificio centenario y, por otro lado, tan necesarias en la actualidad. Sus frecuentes renovaciones habían dado a aquel fondo cultural un aire tan frío, casi de hospital, que no invitaba precisamente a la lectura. Juliett decidió que para frío ya tenía su amado Londres y salió en busca del sol. 
De vuelta hacia el centro, atravesando “Castro Pretorio”, visitó el “Terme di Diocleziano” que lindaba con la “Piazza de la República”, su siguiente parada.

 “El Terme”, eran unas antiguas termas, lo que en la actualidad se llama “Spa”. Casi se podía imaginar a los antiguos romanos tomando relajantes baños, paseando sus togas y laureles por los jardines colindantes.
Aquellas termas, situadas cerca de la estación de Termini, modernismo en estado puro, reflejaban el gran contraste de la ciudad de Roma. La antigüedad mezclada, fundida, armoniosamente unida al modernismo de la era actual. La construcción del “Spa”, databa del año 300 d.c. y en su momento tuvo capacidad para más de 3000 personas. En su interior se podía encontrar el “claustro de Miguel Ángel” y un museo que se abría al público a pesar del precario estado de sus instalaciones.
La belleza de aquel lugar, calmado, silencioso, dotado de la sobriedad del paso del tiempo que erosiona la vida una vez hallada, conmovió a Juliett. Penó en la construcción de aquel lugar, hacía 100 años, quién penaría en el tiempo que durarían erectas sus columnas, quién imaginaría que tantos año después, tras retirar sus aguas termales, la gente pagaría una entrada por ver antigüedades allí expuestas que en su día no fueron más que cacharros de cocina.

La relatividad del tiempo nacía y moría en Roma, y el día acababa de empezar.
Continuó hacia la “Piazza della república”, lugar en el que si tenía suerte buscaría algún lugar donde reponer fuerzas y organizar la tarde. Había tanto que ver que no sabía por dónde empezar.


viernes, 3 de enero de 2014

Los viajes de Juliett, Roma 1a parte

Despertó en una habitación solitaria, aquellas ocupantes no habían aparecido o habían hecho algún estrago en su primer encuentro con el famoso aperitivo milanés. Era su último día en Milán y Juliett apenas disponía de unas horas para recoger, dar un último paseo por la ciudad y partir hacia el aeropuerto. Se dirigió con mucha más confianza a la ducha tras haber comprobado el buen estado de las instalaciones. Sería por la hora temprana, o por la búsqueda de soledad de los huéspedes, el motivo de aquel silencio. Como el día anterior, el sol se colaba por r las contraventanas de madera alargando la sombra de los muebles. Aquellos muebles que parecían haber formado parte de la vida de muchas personas en momentos diferentes y que se habían encontrado en aquel hostal. El check out era en una hora, estaba claro que los hostales no comprendían el terrible engorro de cargar con una bolsa o maleta todo el día al tener que dejar la habitación. Juliett recogió sus cosas y fue al pequeño salón a disfrutar del último desayuno de Milán. Había estado tan absorta en aquella nueva experiencia que ni siquiera había planeado un itinerario para Roma, su próxima parada; ni había llamado a la familia, ni había entrado en Facebook. Apenas había mirado el móvil, a menos que fuera para tomar alguna fotografía instantánea si su cámara se había quedado sin batería.
Quizá no quería enfrentarse a la terrible voz del contestador que dice “no tiene mensajes”, o entrar en FB en busca de un numerito rojo que no había querido brillar.
No dejaría que nada le arruinase el viaje. Al menos esa era la idea.
Tras pasar por recepción, Juliett se encontró de nuevo frente a aquel portón de madera de la entrada, repasando mentalmente si había recogido todo de la habitación, especialmente las cosas importante, el billete de avión( trozo de papel en blanco y negro impreso unos días antes en casa), el pasaporte (que aunque no lo necesitaba al viajar por Europa, le daba un toque más internacional que entregar el DNI, que es lo mismo que se hace al pagar la compra en el supermercado), el cargador, un pequeño “pulpo de 8 cable diferentes que se hacía llamar universal, y del que sólo conocía dos tipos de clavijas). Tabaco, tan necesario como el aire. “CHECK”. Todo estaba en orden.
Tomo una amplia bocanada de aire fresco, quería grabar en su memoria aquel aroma de hogar, de pan recién hecho, de rayo de sol, de brisa fresca.  Cerró los ojos y aspiró profundamente.
Una campanilla de tranvía abrió sus ojos de nuevo. Salió a la calle y se despidió mentalmente de aquel hostal. Le daba algo de pena marcharse, a pesar de haber estado apena un par de días. Pero había sido su primera experiencia viajando sola a una ciudad desconocida, y la prueba había sido superada. Camino calle abajo. No tenía ninguna parada planeada, sólo daría un paseo hasta la estación de Cadorna, donde tomaría el autobús hacia el aeropuerto. Las tiendas abrían sus puertas y otro día más comenzaba. Rutinas, obligaciones y cotidianidades. Las mismas que en cualquier parte del mundo, pero que siempre gozan de un encanto especial cuando estás lejos de casa. Las pastelerías se iban llenando de ajetreados milaneses en busca de su espresso, los niños iban al colegio, las jovencitas se maquillaban por la calle tras doblar la esquina de su calle.
“Todo sigue igual, y seguirá igual. Viviremos nuestra vida, pelearemos nuestra rutina, seguiremos adelante”

Aquella nota en el cuaderno la escribió en plural. Quizá inconscientemente pensó en dársela a alguien, en compartirla con alguien. Como todas aquellas palabras que había escritas en su corazón y que nunca gozaron de voz  ni de oyente.
Llegó a la estación de autobús y compró su billete, no tenía pensado emprender el viaje tan temprano, pero vio que su ruta hacía una parada entre el centro de Milán y el aeropuerto en un pequeño pueblo y decidió visitarlo. Un pequeño pueblecito llamado Bérgamo, en el que parecía que el tiempo no había pasado.

 Camino un rato por sus estrechas calles y se sintió más lejos de casa de lo que se había sentido en mucho tiempo. Allí llamaba más la atención de lo que podría hacerlo en otra ciudad. El pueblo, seguía adelante con su día. Ajeno a los turistas, a la vida moderna, a los avances tecnológicos. Juliett se preguntó cómo sería allí la vida. Como mucha gente hace, pensó en la posibilidad de vivir una vida más sencilla y tranquila, en un lugar donde nadie la conociera y donde pudiera empezar de nuevo. Quizá podría abrir una pequeña tienda ecológica, o de artesanía donde vender sus collares. Posiblemente sería mucho más barato y accesible emprender una nueva vida en aquel lugar remoto que parecía necesitarlo todo y no tener nada.

Pero se sentiría como una intrusa, como alguien fuera de lugar. Ella era una chica de ciudad y no sabría vivir en aquel lugar. Finalmente entendió lo que “silencio ensordecedor” significaba. Demasiado tiempo que matar, demasiados pensamientos que evitar, demasiado espacio que llenar. Estaba decidida a no matar nunca más el tiempo y aprovecharlo al máximo.
A pesar de la recóndita y sencilla belleza de su catedral, la uniformidad de sus casas bajas y su apacible plaza mayor, Juliett dejó aquel pueblo en un par de horas. Aún con tiempo de sobra antes de coger el avión.
Decidió que no tenía más opción que ir a gastar algo de dinero en las tiendas del aeropuerto. Cuando viajaba se convertía en una clienta algo molesta. No solía comprar demasiado, pero merodeaba por las tiendas, sacando fotografías cuando nadie miraba, de los objetos típicos o curiosidades elegantemente expuestas para atraer a los visitantes.
Por fin se acercó la hora de tomar el avión, y tras pasar lo que resultó ser un pobre registro de seguridad, se acomodó en su asiento junto a la ventanilla a leer la guía de Roma que llevaba en la bolsa de viaje. No planearía nada hasta el día siguiente, pues siempre que hacía algún plan le salía mal, o surgía algún contratiempo.
Todo lo que necesitaba recordar era el camino hasta su siguiente hostal.


Había escogido por internet un hostal para chicas que parecía decente y tenía una inmejorable localización. Se encontraba a menos de cinco minutos a pie de la estación de “términi”, donde terminaba la ruta en autobús desde el aeropuerto. Las habitaciones eran compartidas con tres chicas más pero eso era algo que no le importaba demasiado. Había estado sola en Milán casi todo el tiempo y le apetecía tener a alguien con quien hablar.
El vuelo apenas duro una hora, sin retraso, sin contratiempos. Tomó el autobús hacia el centro de la ciudad justo cuando empezaba a llover, y agradeció que fuera ya de noche para no ver su primer día en Roma cubierto de nubes. Esperó que el tiempo cambiase para la mañana siguiente.
Llegó a Termini a las diez de la noche. Lo primero que hizo fue comprar algo de comer para llevar y un café en el McDonald’s de la estación. A esas horas no creía encontrar nada más abierto. Miró el mapa que había impreso de internet al hacer la reserva y se fue hacia el hostal. Ya había avisado de su llegada tardía `por si acaso no había recepción abierta, lo que menos necesitaba era quedarse en la calle sola y tener que buscar otro lugar donde pasar la noche. El alojamiento en el hostal, llamado “papaya”, le había costado 50 euros incluyendo el desayuno. Toda una ganga para tres noches en una de las ciudades más hermosas del mundo. Llegó al hotel en 15 minutos, la lluvia y la oscuridad hacían algo más difícil la búsqueda de su destino. Tras dar un par de vueltas de más llegó a la “vía Castelfidardo”. Entró en la recepción del edificio, que parecía disponer de más de un hotel u hostal diferentes. Pagó por adelantado y solicito un servicio de toalla. Si hubiese tenido que llevar una toalla en este viaje, habría tenido que envolverse en ella para pasar el control del aeropuerto. 
El hostal estaba situado en un piso de unas cinco habitaciones. 


Tenía un salón-comedor-cocina en el medio de la casa y varias habitaciones de distintos tamaños. Cuando entro en la suya vio cuatro camas y cuatro amplias taquillas con candados individuales donde cabía perfectamente una maleta entera. La habitación tenía el baño dentro y, al igual que en Milán, todo gozaba de una limpieza extrema. Sintió un gran alivio al comprobar que las instalaciones estaban bien conservadas, las camas nuevas y las taquillas cerraban con candado. Cada cama tenía una lámpara “flexo” individual y un enchufe junto a las patas de la cama. Era el hostal perfecto, todo lo que necesitabas estaba allí. No había nadie en la habitación. De nuevo estaba sola. No le importó, pues si compartes cuarto es posible que alguien se queje del tabaco o de la luz encendida o algo parecido. 


Juliett deshizo su pequeño equipaje. Siempre necesitaba poner sus cosas en orden antes de poder relajarse. Le habían dicho más de una vez que tenía un pequeño TOC pero ella siempre pensó que exageraban. Después de una ducha fue a la sala común, allí estaban de nuevo los ordenadores, observándola. Invitándola a conectarse. Pero no lo hizo. Conectó el WIFI de su móvil y escribió a su madre, que estaba pasando unos nervios constantes al ver a su hija viajar sola. Se preparó un café y cotilleo un poco por la cocina. Quizá la nevera o los armarios agradecerían un “agüita”, pero todo estaba organizado y bastante limpio.
Finalmente, pensó, algo de suerte. El viaje estaba saliendo mejor de lo planeado. Se encontró en medio de aquella habitación, sonriendo. No podía evitar sentir una profunda satisfacción. En aquel momento decidió que ése era sólo el principio. Tenía que repetirlo, tenía que viajar. Y no le importaba que sus recuerdos le persiguiesen allá donde fuera, en algún momento, igual que las maletas, se perderían y por fin se sentiría libre.
Se fue temprano a dormir. Deseaba que el día empezase pronto y salir a disfrutar de la siguiente parte del viaje. Mientras se acurrucó en la cama empezó a pensar en cuál sería su próximo destino. Pero el sueño la venció y cayó en un profundo y reparador sueño. Al día siguiente empezaría su aventura, en Roma.