lunes, 21 de noviembre de 2011

Utopía


Si Tomás Moro levantara la cabeza y viese lo distante que este mundo se encuentra de u idílica Utopía, volvería a caer en el hoyo espantado. Y es que en estos días electorales en los que las crisis, de deficiencia de empleo, de ideales político que rara vez llegan a convertirse en realidades, es casi inevitable que hasta los mas escépticos, los mas despegados, los mas apolíticos se impregnen del espíritu electoral que ha tomado posesión de las televisiones, los periódicos, las vidas en general y sobre todo nuestras mentes. Cuando se habla de política, la primera imagen que nos aparece en la mente es la de sus representantes físicos. Esos hombres y mujeres vestidos de trajes caros que hablan de muchos  proyectos, prometen muchas cosas, y dibujan un modelo de prosperidad para el país al que representan diseñado para captar los votos de sus semejantes. Pero ninguno de sus programas electorales se basa en hechos consumados, ni tienen prueba de que aquello que pretenden se vaya a cumplir, ni pueden ofrecer garantía de éxito en esos planes ambiciosos que prometen. Pues, al final, igual que las promesas que nos hacemos a nosotros mimos, o a nuestras parejas, o a nuestro amigos, las promesas se rompen; y esos utópicos modelos de gobierno que pretendían traer trabajo, prosperidad y paz a un país se ven sesgados por la oposición, por las crisis, por el paro y por la actitud contraria con la que los políticos tienen que luchar. Quizá sea ese el mayor problema, la actitud que todos tenemos ante la política. En la vida cotidiana, nos preocupamos de gobernar nuestro pequeño mundo. En hacer las cuentas de la casa, en ir a trabajar y ganarnos el sueldo que siempre nos parece escaso, en divertirnos los fines de semana con los amigos y planear las vacacione del verano que tan ansiosamente esperamos desde el primer día de trabajo. La implicación política o la preocupación de estado son directamente proporcionales al nivel de estabilidad en un país. Cuando las cosas van bien, cuando tenemos dinero en el bolsillo, cuando pagamos las letras de la hipoteca a tiempo y las cosas parecen estar en calma, nuestra conciencia política se adormila. En cuanto hay problemas o algo no nos satisface plenamente, nuestro espíritu de lucha se reaviva de repente y nos convertimos en pasionarias en la lucha contra el sistema. Parece lógico pensar que cuando las cosas van mal, hay que quejarse. Y cuando todo va bien, hay que callarse. Porque al fin y al cabo, lo que realmente nos interesa en la política es que, sea el régimen que sea, nos prometa que nuestro pequeño mundo se ajuste a nuestras necesidades, a las privadas no tanto a las necesidades colectivas. Y no es que seamos egoístas pero en el mundo en el que vivimos, con tantas desgracias, con tantos problemas, es inevitable que a veces metamos la cabeza debajo del ala del conformismo. En ningún programa político en plena campaña se habla de ayuda al tercer mundo, de las accione ecologistas que se deberían llevar a cabo, del racismo que cada vez esta mas presente en las ciudades, de la falta de libertad de expresión, de la forma en que la gente te juzga como si en época de Franco nos encontráramos. Esos temas serian considerados pura demagogia inútil. Pues lo único que interesa es hablar del empleo, de la prima de riesgo, de los tipos de interés, de la crisis del euro, en fin, del dinero. Todos esos términos de los que hablan en los periódicos  que solo unos pocos logran entender. Esas personas cultas que parecen haber tenido de padre a un diccionario y conocen todos los términos y acepciones de cada afirmación, de cada palabra. Cuando para la mayoría lo único que importa es que nos digan si vamos a tener dinero y trabajo o no, sin tecnicismos, sin demagogias, sin interpretaciones de leyes, sin esa pomposidad que los políticos emplean como si fueran catadores de vino. Igual que en una cata en la que te distinguen hasta el color de los ojos del que recogió las uvas de la parra, los políticos se empeñan en hacer complicadas las cosas más simples perdiendo así la confianza de sus seguidores que, perdidos entre tantas vagas palabras, al final no saben ni lo que están votando. Pues para el ciudadano de a pie solo existe el blanco o el negro, vino tinto o blanco. Y es que cuando tenemos el bolsillo lleno, cuando nuestra familia tiene sus necesidades cubiertas, cuando no hay algo que nos afecte directamente, la política deja de tener tanta importancia y nuestra implicación en ella merma considerablemente. Quizá nos estamos haciendo unos conformistas o egoístas o simplemente velamos por los intereses inmediatos de os que nos rodean y nos abruman los intereses mundiales por su magnificencia o lejanía. Pero de vez en cuando conviene recordar que, aunque teniendo nuestros bolsillos llenos, o incluso aunque estén vacios, siempre hay gente pasadlo peor; que no por el hecho de que nuestro partido gane, las desgracias se han acabado, y que mientras los representantes políticos debaten desde sus atriles como si de un patio de colegio se tratara, existen problemas que aun están por solucionar. Y quizá el modelo de Tomas Moro no tendría cabida ahora, pero se puede aprender de él. Y se puede luchar, de forma individual o colectiva por conseguir que este mundo sea un mejor lugar para vivir. Un mundo en el que se comparta, donde nadie sea superior a nadie, donde se ayude al que lo necesite y se aprenda a vivir con lo necesario y no con lo superfluo. Eta claro que como su propio nombre indica, esto es solo una Utopía, que difícilmente podríamos renunciar a esos pequeños caprichos que nos hacen la vida más fácil. Quien podría vivir in internet, sin coche, sin casa en la playa, sin vacaciones o ropa de marca o lo que sea en que cada uno se gaste su dinero. Pero si por algún momento se os pasa por la cabeza ajustar la vista y mirar un poquito más lejos, aquí os dejo unas páginas en las que se puede colaborar de forma activa con aquellos que intentan acercar este mundo tan loco a esa soñada Utopía.

www.intermonoxfan.com
www.caritas.es
www.cruzroja.es
www.osjam.org.uk
www.msf.es

Felices elecciones, felices donaciones, felices aquellos que dedican su tiempo a hacer felices a los demás.