Llegando a la frontera de los
30 es inevitable plantearse ciertas cosas. Quizá sea por la influencia
familiar; o por esas amigas de toda la vida que van sucumbiendo al matrimonio y
a niños llorones; o bien por el daño que Disney hizo a la mujeres desde pequeñas,
mostrándoles un mundo en el que la búsqueda del amor y "el felices para
siempre" ha de ser el principal objetivo en la vida. Lo cierto es que ves
que los 30 se acercan y de una u otra forma sientes un ligero vuelco en el estómago
al ver que ese sueño de niña se desvanece entre rupturas, preguntas, cabios de
trabajo y altas expectativas que parecen ahora más inalcanzables que nunca.
Puede que nunca hubieras pensado en sentar la cabeza, que la idea de
emparejarte para siempre fuese una tendencia que moría con tus padres que
tuvieron la suerte de estar bien avenidos. Te has pasado la vida evitando ser
canguro de tus primos o sobrinos porque la idea de tener niños a tu cargo era
tan sobrecogedora que te ponía el estómago del revés por el simple hecho de tener
que cambiar un pañal.
Pero
sorprendentemente esos pequeños valores tradicionales contra los que te has
revelado han conseguido hacerse hueco en tu vida y empiezas a pensar, demasiado
profundamente, en la importancia de tus decisiones. Ya no se trata de
divertirse, de probar cosas nuevas, de esperar que la vida te muestre el
camino. Ahora quieres empezar a caminar y no sabes qué dirección tomar. 30
años, dada la actual esperanza de vida, no suponen más que un tercio de la vida
de una persona. Pero es una etapa que ha de ser aprovechada al máximo. Se
supone que hay que sacar el mayor partido de cada día, correr aventuras,
conocer a un montón de gente y salir cada fin de semana como si no hubiera un
mañana.
¿Estaré
perdiendo el tiempo? ¿Me equivocaré si sigo con él? ¿Me arrepentiré si no lo
hago? ¿Qué haría pasado si...? Cientos de preguntas existenciales imposibles de
resolver que te rondan la cabeza de vez en cuando al ver a esas amigas casadas,
a esas personas que tienen las cosas tan claras, que saben desde el principio
cuál es su camino y saben vivirlo. Sientes celos de aquellos que nunca tienen
que pasar horas muertas intentando decidir cada pequeño detalle de la rutina
diaria. Pues esas espontáneas decisiones de años antes parecen ser cada vez más
imposibles, más quiméricas, más complicadas. Ahora todo tiene una connotación
significativa y te hace preguntarte constantemente por el resultado futuro de
tus decisiones.
Pero en el
fondo no es más que confusión basada en el anhelo de lo ajeno, el deseo de
tener lo que otros tienen. Ese deseo que te hace envidiar a una pareja feliz en
el metro, ese deseo que te impele a cortar con alguien en busca de libertad,
ese deseo que te hace recuperar a alguien del pasado a pesar de pertenecer a
una relación muerta. Ese deseo que te hace hacer tonterías, pues parece
imposible conformarse con sólo una opción. Piensas en lo que te pierdes, en lo
que no tienes, en la persona que ya no está. Y va pasando el tiempo sin darte
cuenta hasta que al final ves llegar el número 30 y te asustas pensando en lo
que realmente quieres. ¿Qué quieres Tu de la vida? esa es la pregunta a
responder, y lo que más asusta no es responderla, es no saber qué respuesta
dar.
Quizá
antes de plantearse preguntas y cuestiones tan trascendentes, deberíamos saber
lo que queremos de nosotras mismas. Quién soy, a dónde voy, y lo más importante
quién quiero llegar a ser.
La vida
irá adornando el camino hacia el autodescubrimiento con amigos, relaciones y
viajes especiales. Pero la persona que anda el camino, sólo puedes crearla TÚ.
Vive la
vida que te ha tocado de la mejor manera posible, y cambia aquello que no te
hace feliz. Quizá pierdas algo por el camino, pero encontrarás algo mucho
mejor. Felicidad.