viernes, 23 de mayo de 2014

las preguntas de los 30

Llegando a la frontera de los 30 es inevitable plantearse ciertas cosas. Quizá sea por la influencia familiar; o por esas amigas de toda la vida que van sucumbiendo al matrimonio y a niños llorones; o bien por el daño que Disney hizo a la mujeres desde pequeñas, mostrándoles un mundo en el que la búsqueda del amor y "el felices para siempre" ha de ser el principal objetivo en la vida. Lo cierto es que ves que los 30 se acercan y de una u otra forma sientes un ligero vuelco en el estómago al ver que ese sueño de niña se desvanece entre rupturas, preguntas, cabios de trabajo y altas expectativas que parecen ahora más inalcanzables que nunca. Puede que nunca hubieras pensado en sentar la cabeza, que la idea de emparejarte para siempre fuese una tendencia que moría con tus padres que tuvieron la suerte de estar bien avenidos. Te has pasado la vida evitando ser canguro de tus primos o sobrinos porque la idea de tener niños a tu cargo era tan sobrecogedora que te ponía el estómago del revés por el simple hecho de tener que cambiar un pañal. 
Pero sorprendentemente esos pequeños valores tradicionales contra los que te has revelado han conseguido hacerse hueco en tu vida y empiezas a pensar, demasiado profundamente, en la importancia de tus decisiones. Ya no se trata de divertirse, de probar cosas nuevas, de esperar que la vida te muestre el camino. Ahora quieres empezar a caminar y no sabes qué dirección tomar. 30 años, dada la actual esperanza de vida, no suponen más que un tercio de la vida de una persona. Pero es una etapa que ha de ser aprovechada al máximo. Se supone que hay que sacar el mayor partido de cada día, correr aventuras, conocer a un montón de gente y salir cada fin de semana como si no hubiera un mañana. 
¿Estaré perdiendo el tiempo? ¿Me equivocaré si sigo con él? ¿Me arrepentiré si no lo hago? ¿Qué haría pasado si...? Cientos de preguntas existenciales imposibles de resolver que te rondan la cabeza de vez en cuando al ver a esas amigas casadas, a esas personas que tienen las cosas tan claras, que saben desde el principio cuál es su camino y saben vivirlo. Sientes celos de aquellos que nunca tienen que pasar horas muertas intentando decidir cada pequeño detalle de la rutina diaria. Pues esas espontáneas decisiones de años antes parecen ser cada vez más imposibles, más quiméricas, más complicadas. Ahora todo tiene una connotación significativa y te hace preguntarte constantemente por el resultado futuro de tus decisiones. 
Pero en el fondo no es más que confusión basada en el anhelo de lo ajeno, el deseo de tener lo que otros tienen. Ese deseo que te hace envidiar a una pareja feliz en el metro, ese deseo que te impele a cortar con alguien en busca de libertad, ese deseo que te hace recuperar a alguien del pasado a pesar de pertenecer a una relación muerta. Ese deseo que te hace hacer tonterías, pues parece imposible conformarse con sólo una opción. Piensas en lo que te pierdes, en lo que no tienes, en la persona que ya no está. Y va pasando el tiempo sin darte cuenta hasta que al final ves llegar el número 30 y te asustas pensando en lo que realmente quieres. ¿Qué quieres Tu de la vida? esa es la pregunta a responder, y lo que más asusta no es responderla, es no saber qué respuesta dar. 
Quizá antes de plantearse preguntas y cuestiones tan trascendentes, deberíamos saber lo que queremos de nosotras mismas. Quién soy, a dónde voy, y lo más importante quién quiero llegar a ser. 
La vida irá adornando el camino hacia el autodescubrimiento con amigos, relaciones y viajes especiales. Pero la persona que anda el camino, sólo puedes crearla TÚ. 

Vive la vida que te ha tocado de la mejor manera posible, y cambia aquello que no te hace feliz. Quizá pierdas algo por el camino, pero encontrarás algo mucho mejor. Felicidad.