En un intento por empaparme
de mis añorados aires londinenses, me aventuré a tomar parte en el evento
" Beefeter London district". El programa previsto para la ocasión
prometía. Un par de conciertos, actividades y un "lay out" original,
ya que todo estaba organizado y presentado en containers metálicos de esos que
se cargan en los barcos de carga. Todo luciendo el inconfundible rojo típico de
tanto souvenirs y recuerdos de la capital anglosajona. Una ambiciosa propuesta
que ocupó un gran espacio en el programa de noticias de una cadena de
televisión en uno de esos días en los que las noticias parecen ser tan vacuas
como los reporteros que las siguen. Pero la efusividad de la reportera me hizo pensar
que podría disfrutar y empaparme de mi querido Londres por un rato. Ya
imaginaba una cafetería donde tomar una buena taza de té, un trozo de
"carrot cake", o quizá oler de nuevo el grasiento y delicioso
"fish and chips". Pero nada más lejos.
A pesar de
su ambicioso programa de conciertos y actividades, sus 20 containers y la
promesa de productos típicos de Londres, el evento no alcanzó a satisfacer ni
de lejos las expectativas.
Ahí, en la
"estación del Norte de Príncipe Pío, ardían bajo el justiciero sol que
asola Madrid estos días, unos contenedores rojos, unas sillas plegables y unas
cuantas botellas de ginebra.
Cada unos
de esos contenedores mostraba los famosos productos "vintage", que es
el nombre que las cosas viejas o desfasadas han adquirido para justificar los
precios desorbitados. Quimonos de diseño imposibles de usar, o de pagar;
pequeños souvenirs a precio de jarrón chino de porcelana; un bar al más puro
estilo chiringuito de playa con bebidas subidas de precio y escasas en alcohol
y mucha pero mucha pretensión.
Aquellos
feriantes exhibían sus mercancías sudando bajo el sol, en un intento de hacer
negocio o al menos de entretener a los valientes que aguantaban el calor
esperando a ver el espectáculo prometido. Éste consistía en una demostración de
la elaboración de unos Gintonics, que tan de moda se ha puesto. Aún recuerdo
cuando mi padre tomaba un Gintonic en verano cuando estábamos de vacaciones en
la playa, una bebida típica y tópica que parece haber renacido en los últimos
años y se ha convertido en lo que ahora llaman "trending topic". La
cultura del Gintonic, no trata de ofrecer simplemente una bebida refrescante
sino de introducir al consumidor casi en una filosofía. Ahora en los bares de
Huertas hay que ver una carta de Gintonics, elegir la ginebra, la tónica, la
fruta, las especias y hasta el color de la pajita. En fin, otra de esas modas
pasajeras que ahora parece estar muriendo a manos de los mojitos, a los que seguirán
las caipiriñas o alguna otra genialidad envuelta por algún ingenioso
publicista.
A parte de
semejante despliegue para satisfacer a los paladares más expertos, o a los
gorrones más enterados en las cosas gratuitas que ofrece Madrid, Algunas
actividades como los retratos o la música, hacían soportable el sofocante
calor.
Aparte de
ello, una gran decepción por la escasez de variedad, los precios elevados y la
pretensión de los que intentaban colocar sus exquisitos productos a precios
fuera de lugar.
Otra muestra
de lo engañosa que puede ser la televisión, que magnifica cada evento dando
publicidad al mismo. Al final sucede lo mismo que en los restaurantes de comida
rápida, "cualquier parecido con la foto es pura coincidencia".
Tendré que
volver a Londres pronto, pues es inimitable.