domingo, 15 de diciembre de 2013

Futuro perfecto o condicional perfecto

Ayer me encontró un programa de televisión. Me encontró porque jamás lo veo, pero en espera de encontrar algo mejor, lo vi algunos minutos. No me refiero al sálvame. Que a pesar de ser el programa que "nadie ve a menos que sea haciendo zapping", es el de mayor audiencia. Era un programa del "Discovery Channel" en el que hablaban diferente personas que habían continuado con tradiciones familiares. Sólo escuchar el título de este pequeño documental me enterneció. Me hizo pensar en las familias granjeras, que trabajan duro toda su vida para conseguir simplemente vivirla. Gente que se levanta temprano, trabaja duro y que vive al día, mirando al cielo aguardando la lluvia, clamando al sol, o contando las horas hasta el nacimiento de un nuevo ternero.
Salía en el programa una mujer comentando las dificultades que había tenido tras la muerte de su padre para sacar la granja y el ganado heredado de su padre adelante. Con una sonrisa llorosa hablaba de los duros momentos y apuros económicos que había tenido y lo orgulloso que "Habría Estado" su padre si la viera. Lo dijo con esa mezcla de orgullo y decepción que a veces tenemos al no poder mostrar o decir algo a cierta persona porque ya no está. "Habría sido, habría dicho, habría hecho..."

Y esa corta intervención televisiva me hizo pensar en la estrecha relación entre el futuro perfecto y el condicional perfecto. Podría decirse que estamos continuamente haciendo planes para el futuro. Para encontrar la manera de comprarnos una casa, un coche, decidir el próximo destino de vacaciones, etc. Desde lo planes más insignificantes como el plan para el fin de semana o el diario de la semana, hasta lo que queremos conseguir en la vida a corto y a largo plazo. Una planificación fundada y basada en la necesidad de prevención, en el cuento de la cigarra, en la abuela diciendo "esto es como en el 36". Una prevención necesaria para tener una cierta tranquilidad en medio de la inestabilidad del mundo.

Pero cada año por estas fechas, nos paramos unos segundos a pensar en lo que hemos conseguido de todo aquello que nos habíamos propuesto. Y muchas veces, para nuestro horror, descubrimos que no hemos cumplido ninguno de nuestros sueños. No estamos donde queríamos, no tenemos lo que soñábamos o no estamos con quien deseábamos. A veces eso causa tal decepción que te hace tirar la toalla y dejar de soñar, pues la vida es demasiado difícil para darse el lujo de tener ilusiones. Nos sumimos en la rutina y sobrevivimos a las decepciones entre risas y cervezas esperando que el destino nos encuentre y nos regale un futuro perfecto. Pero el tiempo pasa, y nunca vuelve. Y a veces una tragedia, una pérdida o un cambio brusco son las únicas formas que tenemos para darnos cuenta del tiempo perdido y pensar en que "ojalá pudiéramos volver a atrás". Si las cosas hubieran sido diferentes habría hecho, habría dicho, habría estado... 
Pero es demasiado tarde. Ya no hay vuelta atrás y nos arrepentimos de nuestros actos o comentarios pasados. 
Pues este año, va a ser diferente. Sólo tengo un propósito. Que el año que viene no tenga que arrepentirme de nada. No voy a dejar que mis sueños se duerman atrapados en una rutina asfixiante, ni voy a dejar que las palabras se las lleve el viento, ni se ahoguen en mi garganta. 
Me he prometido a mí misma no usar mal el condicional perfecto, pues quiero construir mi futuro perfecto. 

Felices fiestas.