Ayer me encontró un programa de
televisión. Me encontró porque jamás lo veo, pero en espera de encontrar algo
mejor, lo vi algunos minutos. No me refiero al sálvame. Que a pesar de ser el
programa que "nadie ve a menos que sea haciendo zapping", es el de
mayor audiencia. Era un programa del "Discovery Channel" en el que
hablaban diferente personas que habían continuado con tradiciones familiares. Sólo
escuchar el título de este pequeño documental me enterneció. Me hizo pensar en
las familias granjeras, que trabajan duro toda su vida para conseguir
simplemente vivirla. Gente que se levanta temprano, trabaja duro y que vive al
día, mirando al cielo aguardando la lluvia, clamando al sol, o contando las
horas hasta el nacimiento de un nuevo ternero.
Salía en el programa
una mujer comentando las dificultades que había tenido tras la muerte de su
padre para sacar la granja y el ganado heredado de su padre adelante. Con una
sonrisa llorosa hablaba de los duros momentos y apuros económicos que había
tenido y lo orgulloso que "Habría Estado" su padre si la viera. Lo
dijo con esa mezcla de orgullo y decepción que a veces tenemos al no poder
mostrar o decir algo a cierta persona porque ya no está. "Habría sido,
habría dicho, habría hecho..."
Y esa corta
intervención televisiva me hizo pensar en la estrecha relación entre el futuro
perfecto y el condicional perfecto. Podría decirse que estamos continuamente
haciendo planes para el futuro. Para encontrar la manera de comprarnos una
casa, un coche, decidir el próximo destino de vacaciones, etc. Desde lo planes
más insignificantes como el plan para el fin de semana o el diario de la
semana, hasta lo que queremos conseguir en la vida a corto y a largo plazo. Una
planificación fundada y basada en la necesidad de prevención, en el cuento de
la cigarra, en la abuela diciendo "esto es como en el 36". Una
prevención necesaria para tener una cierta tranquilidad en medio de la
inestabilidad del mundo.
Pero cada año por
estas fechas, nos paramos unos segundos a pensar en lo que hemos conseguido de
todo aquello que nos habíamos propuesto. Y muchas veces, para nuestro horror,
descubrimos que no hemos cumplido ninguno de nuestros sueños. No estamos donde
queríamos, no tenemos lo que soñábamos o no estamos con quien deseábamos. A
veces eso causa tal decepción que te hace tirar la toalla y dejar de soñar,
pues la vida es demasiado difícil para darse el lujo de tener ilusiones. Nos
sumimos en la rutina y sobrevivimos a las decepciones entre risas y cervezas
esperando que el destino nos encuentre y nos regale un futuro perfecto. Pero el
tiempo pasa, y nunca vuelve. Y a veces una tragedia, una pérdida o un cambio
brusco son las únicas formas que tenemos para darnos cuenta del tiempo perdido
y pensar en que "ojalá pudiéramos volver a atrás". Si las cosas
hubieran sido diferentes habría hecho, habría dicho, habría estado...
Pero es demasiado
tarde. Ya no hay vuelta atrás y nos arrepentimos de nuestros actos o
comentarios pasados.
Pues este año, va a
ser diferente. Sólo tengo un propósito. Que el año que viene no tenga que
arrepentirme de nada. No voy a dejar que mis sueños se duerman atrapados en una
rutina asfixiante, ni voy a dejar que las palabras se las lleve el viento, ni
se ahoguen en mi garganta.
Me he prometido a mí
misma no usar mal el condicional perfecto, pues quiero construir mi futuro
perfecto.
Felices fiestas.