lunes, 16 de diciembre de 2013

Sonrisoterapia

Además de la tecnología, el estrés e otra de las características de la vida moderna. Si a ello le sumamos la crisis, el descontento social, la abusiva acción de los bancos, las limitadas pensiones y los problemas del día a día, obtenemos la fórmula perfecta para la depresión. Y es por eso por lo que en los últimos años han florecido un sinfín de spas urbanos, centro de masajes, y demás lugares de relajación para que los ciudadanos puedan escapar del estrés. Pero a veces la  terapia más fácil es la que nosotros mismos hacemos. 
Hoy lunes, comienzo de semana, he empezado organizando clases, lidiando con alumnos que no hacen sus deberes, discutiendo con la compañía del móvil, en fin lo normal de todos los días. Y me he propuesto llevar a cabo un experimento, sonreír todo el día. He salido de casa y me he parado unos segundos en el portal a observar el tráfico de público tan variopinto como interesante que paseaba su lunes frente a mí. Y he sonreído. Al ver a las madres llevar a sus niños al colegio, a los comerciantes levantar esperanzados sus cierres y abrir sus puertas, al frutero organizando sus más hermosas verduras, a la florista sacando sus macetas a airearse con la fresca brisa. He sonreído al ver a la gente que entraba y salía del mercado con sus bolsas de todos los días y sus carros de esperanza navideña. He empezado a caminar y a observar a la gente tras mis gafas oscuras y mi sonrisa incipiente. Una sonrisa de esas que se te dibuja en la cara al recibir cierto menaje en el móvil, o al conocer una buena noticia, o al ver el sueldo calentito en la cuenta. Una mezcla de picardía y satisfacción que me ha hecho sentir simplemente contenta. 
He puesto en marcha el experimento, no he dejado de sonreír en ningún momento. Algunas personas miraban extrañadas, y he sabido lo que pensaban. "qué estará pensando está loca". O al menos eso habría pensado yo de alguien que sonríe por la calle sin motivo aparente... Pero quizá alguna persona se ha contagiado de mi sonrisa, y esa persona a su vez se la ha contagiado a otra. Y quizá ahora, horas más tarde, la gente de la calle se sigue pasando sus sonrisas sin saber de donde surgieron. No es que sea un pensamiento ególatra ni egocéntrico, sino una idea cargada de esperanza. Pues aún espero que las personas en su "insoportable levedad" que Kafka definió, tengan el poder de cambiar algo en su vida que consigan hacerla mejor, que consigan ser felices y estar en paz con su ser. 
Y todo por una sonrisa. No dejaré de sonreír, aunque me digan loca, aunque piensen que mi sonrisa es solo la respuesta a esos ciertos mensajes. Sonreiré a la vida por lo que me ha dado, y espero que esa energía llegue a cada persona que me encuentre. 

Felices sonrisas, felices personas.