Una de las pocas ventajas que
tiene ser joven en Madrid en estos momento es poder disfrutar de una amplia
oferta artística y de los descuentos que la acompañan. Digo pocas, ya que
además de la imposibilidad de obtener ayuda, financiación, trabajos dignos duraderos
e independencia económica hacen que a veces sea difícil disfrutar de verdad de
la ciudad que te vio nacer. Pero no se puede negar que quien quiera disfrutar
de un día cultural se lo puede permitir y que la única dificultad para hacerlo
será elegir el plan en esa grandiosa oferta.
Una
carrera o maratón me sorprendió a la puerta de casa esta mañana arruinando el
plan de dar un paseo tranquilo por la Castellana antes de dirigirme al Rastro
de Madrid, que a pesar de haber estado cientos de veces, nunca me canso de
recorrer.
Pero el
sonido de coches de policía, el crujido metálico de las vaya levantándose, los
helicópteros espía y las masa de gente me hicieron cambiar de plan. Qué mejor
forma de disfrutar del domingo con un poco de arte y escapar del urbanismo saturado
de la calle.
Hoy fui al
Thyssen a recorrer su exposición temporal dedicada a Cezanne. Una exposición
algo pequeña, como suele pasar con las exposiciones especiales en el Thyssen
que condensa la vida del autor entre caminos curvados y paisaje llenos de
color.
Cezanne
nació en 1819 y dedicó hasta sus últimos alientos a plasmar lo que sus ojos
veían en la inmensidad del horizonte. Paisajes pintados en óleo, acuarela y
lápiz que siempre dejan espacio a la imaginación. Una sucesión de bosques en
los que siempre hay un camino curvado con algo especial al final. Curvas que
representan la vida misma y cómo ésta nos brinda el camino hacia el futuro y el
autodescubrimiento a cambio de nuestros pasos. Caminos que empiezan grandes y se
retuercen a medida que se alejan, como la ruta que tomamos en la vida que, a
pesar de parecer sencilla, siempre presenta dificultades. Unos obstáculos que
tanto en cuadros como en la realidad merece la pena salvar pues, al final del
camino, nos espera un rayo de luz, una cabaña donde cobijarse, un estanque con
agua fresca, o la felicidad que tanto ansiamos.
Su trazo
ágil y sus colores difuminados toman forma en increíble creaciones elegantes y
amables a la vista. Sin estridencia, sin excesos, sin cubismos Cezanne consigue
transmitir la calma de la Toscana, la Paz de lo campos en Normandía, el susurro
de los árboles en sus bosques.
"siempre
un camino curvado,
siempre
una curva que tomar.
Nunca una
línea recta
el autor
quiso pintar.
Empieza
grande el sendero,
retorciéndose
hasta perderse
y luego
volverse a encontrar.
Ya sea una
simple manzana
o unas
naranjas al sol
o un chico
con desgana
deshojando
alguna flor,
Cezanne
captó su esencia
y la lleno
de color"
"Haga
lluvia o brille el sol,
el camino
se retuerce
mostrando
más de una opción
un camino
que se pierde
una u otra
decisión"
"Una
granja en Normandía, una casa o un pajar,
imágenes
que escapan al turista
a sus
guías y a su flash.
un campo
desierto o una casa a derrumbar
un sinfín
de hermosas vitas
el autor
quiso plasmar.
Son
paisajes eternos
es un sol
que no deja de brillar
son campos
y prados yernos
donde el
tiempo parece no pasar"