domingo, 27 de abril de 2014

Cezanne en el Thyssen



Una de las pocas ventajas que tiene ser joven en Madrid en estos momento es poder disfrutar de una amplia oferta artística y de los descuentos que la acompañan.  Digo pocas, ya que además de la imposibilidad de obtener ayuda, financiación, trabajos dignos duraderos e independencia económica hacen que a veces sea difícil disfrutar de verdad de la ciudad que te vio nacer. Pero no se puede negar que quien quiera disfrutar de un día cultural se lo puede permitir y que la única dificultad para hacerlo será elegir el plan en esa grandiosa oferta. 
Una carrera o maratón me sorprendió a la puerta de casa esta mañana arruinando el plan de dar un paseo tranquilo por la Castellana antes de dirigirme al Rastro de Madrid, que a pesar de haber estado cientos de veces, nunca me canso de recorrer. 
Pero el sonido de coches de policía, el crujido metálico de las vaya levantándose, los helicópteros espía y las masa de gente me hicieron cambiar de plan. Qué mejor forma de disfrutar del domingo con un poco de arte y escapar del urbanismo saturado de la calle. 
Hoy fui al Thyssen a recorrer su exposición temporal dedicada a Cezanne. Una exposición algo pequeña, como suele pasar con las exposiciones especiales en el Thyssen que condensa la vida del autor entre caminos curvados y paisaje llenos de color. 
Cezanne nació en 1819 y dedicó hasta sus últimos alientos a plasmar lo que sus ojos veían en la inmensidad del horizonte. Paisajes pintados en óleo, acuarela y lápiz que siempre dejan espacio a la imaginación. Una sucesión de bosques en los que siempre hay un camino curvado con algo especial al final. Curvas que representan la vida misma y cómo ésta nos brinda el camino hacia el futuro y el autodescubrimiento a cambio de nuestros pasos. Caminos que empiezan grandes y se retuercen a medida que se alejan, como la ruta que tomamos en la vida que, a pesar de parecer sencilla, siempre presenta dificultades. Unos obstáculos que tanto en cuadros como en la realidad merece la pena salvar pues, al final del camino, nos espera un rayo de luz, una cabaña donde cobijarse, un estanque con agua fresca, o la felicidad que tanto ansiamos. 

Su trazo ágil y sus colores difuminados toman forma en increíble creaciones elegantes y amables a la vista. Sin estridencia, sin excesos, sin cubismos Cezanne consigue transmitir la calma de la Toscana, la Paz de lo campos en Normandía, el susurro de los árboles en sus bosques.

"siempre un camino curvado, 
siempre una curva que tomar.
Nunca una línea recta 
el autor quiso pintar.
Empieza grande el sendero, 
retorciéndose hasta perderse
y luego volverse a encontrar. 
Ya sea una simple manzana
o unas naranjas al sol 
o un chico con desgana
deshojando alguna flor, 
Cezanne captó su esencia
y la lleno de color"

"Haga lluvia o brille el sol, 
el camino se retuerce
mostrando más de una opción
un camino que se pierde
una u otra decisión" 

"Una granja en Normandía, una casa o un pajar, 
imágenes que escapan al turista
a sus guías y a su flash. 
un campo desierto o una casa a derrumbar
un sinfín de hermosas vitas
el autor quiso plasmar.
Son paisajes eternos 
es un sol que no deja de brillar
son campos y prados yernos

donde el tiempo parece no pasar"